Entrenamiento elemental para mujeres
Ya la traducción local del titulo original advierte: Enseñanza de vida (An Education, 2009) es un relato de descubrimiento, tan obvio como predecible, cuya carga de moralina empalaga y su tono aleccionador enoja.
La adolescencia de Jenny (Carey Mulligan) trascurre en la soporífera y opresiva vida familiar y la rectitud de una educación ultra conservadora: en los suburbios londinenses de los 60, la mujer es apenas un vehículo para la paternidad de los hombres, un ser condenado a las quehaceres domésticos y al cuidado del hogar. Ella pretende trascender. Tiene la capacidad y el conocimiento suficiente para ingresar en la prestigiosa universidad de Oxford. Pero todo cambia cuando la joven conoce a David (Peter Sarsgaard) y sucumbe ante su aparente éxito y espíritu libertario.
El aura de misterio que envuelve a David y a sus intenciones durante la primera parte del metraje es quizá lo más interesante de Enseñanza de vida. Irrumpe de sopetón, conduce un auto de lujo en un barrio de clase media, tiene una vasta formación cultural, y su personalidad oscila entre el más tierno paternalismo donde aparenta subyacer la maldad propia de un corruptor de menores. Si encima porta el rostro perverso de Sarsgaard, y el objeto de su fascinación es Jenny y su impoluta inocencia, David es un auténtico villano en potencia.
Pero después empieza los soliloquios acerca del respeto, la libertad y las decisiones que acarrea el traspaso hacia la adultez. Allí irá Jenny aprendiendo a los tortazos las durísimas lecciones que la realizadora danesa Lone Scherfig, junto con encargado de adaptar a la pantalla grande el libro de memorias de Lynn Barber, el guionista Nick Hornby, le imponen en ese ríspido camino.
Como en La Sonrisa de la Mona Lisa (The Mona Lisa Smile, 2003), gran parte del didactismo corre a cargo de la profesora “inspiradora” y de ínfulas “correctivas” para con la desviación de la alumna ejemplar. Jenny (y el espectador, obvio) aprenderemos que ser mujer es mucho más que limpiar y cuidar chicos, que debemos leer, instruirnos y letrarnos para adquirir la mayor cantidad posible de elementos que nos permitan desenvolvernos en la vida. Pero si el espectador desprevenido no captó la lección, el combo moral-guía de autoayuda de Enseñanza de vida incluye a Helen (Rosamund Pike), la esposa del socio de David, construida como una verdadera pelmaza que limita la lectura al pasatiempo adormecedor de ver las fotos de las revistas faranduleras.
Enseñanza de vida no es una mala película pero sí fallida. Concebida para agradar en festivales, se ahoga en su propias aspiraciones, se hunde por el tono de manual que inunda la narración. Apenas la belleza luminosa de Mulligan, poseedora del rostro más extraordinariamente común que dio el cine en los últimos años, la exoneran del tedio absoluto. Una lección que no vale la pena aprender.