Camino que has de recorrer...
Esta película es como una de esas pequeñas joyitas que uno encuentra, disfruta, y con el tiempo vuelve a ver con el mismo cariño que la primera vez. Es una historia romántica bien contada, con personajes queribles y actuaciones memorables. Hay una gran atención por el detalle (noten cada mirada, cada gesto) y una gran química entre ellos. Quizás en el último acto (o mejor dicho, en los últimos minutos) todo se convierta en un desfile de clichés con enseñanzas de vida incluídas (y ahí justifican un poco el pomposo título con el que se tradujo en este país).
La historia es sobre una chica de 16 años, Jenny, linda, inteligente y energética. Mucha de su energía la vuelca en los libros. Estudia para conseguir un lugar en la prestigiosa universidad de Oxford. Su padre (estupendos en su trabajo Alfred Molina) quiere que ella asegure su futuro. Nada de escuchar música francesa o dejar las prácticas de violín. Ella debe encajar en la etiqueta de Oxford.
Jenny es estupendamente encarnada por Carey Mulligan, una chica que sabe como enamorar al espectador. Solamente con una sonrisa y algunos tics esnobs (las frases en francés que ni ella sabe por qué las dice) puede comprar a cualquiera. Una de las secuencias claves de la película, y donde consigue sin dudas, la mejor tensión romántica, se produce cuando la jovencita sale de la escuela. Llueve, y la chica está empapada con su violonchelo (nota al margen: quien escribe está encantadisímo con la pronunciación inglesa de ciertas palabras, que sale de la flema inglesa de estos actores). Pero en ese momento aparece David (Peter Sarsgaard) un bon vivant que maneja un Bristol deportivo y es, claro, el móvil a la sofisticación y la vida de lujo. No hablo del auto, sino del concepto del personaje de David. Es lo que la muchachita llena de estudios necesitaba. Nada de compañeros temblorosos ante la presencia familiar. O de una vida de clase media condenada al esfuerzo fútil. Ese encuentro tan romántico bajo la lluvia (con una fotografía predominantemente azul) es la clave, el punto de inflexión en la vida de esta chica con ganas de vivir y aprender lo que no está en los libros. De ahí el título en inglés, que también viene de los dichos de la verdadera protagonista Lynn Barber (en base a sus memorias se elaboró el guión de la película).
El relato se constituye luego por el misterio, el romance, y el suspenso. Está, claro, la iniciación sexual, pero no se profundiza demasiado. Uno sospecha que el pretendiente de la adolescente inglesa puede tener otras intenciones. Ella también, pero la sonrisa de David y sus modales hacen que uno acepte su guiño y sea cómplice. De todas maneras, vale aclarar que esta no es una película de asesinatos o violaciones (por si alguno resaltó la palabra suspenso) sino de un amor, podríamos decir, platónico. Y no el de Jenny con David, sino el de Jenny con una idea, un estilo de vida. En este aspecto (y en el ritmo, el trato) la película es un drama elegante y sutil sobre el lugar de la mujer en la Inglaterra de los '60.
Los actores son, quizás, el punto más alto de Enseñanza de vida: basta un par de miradas, gestos o intercambio de palabras para saber, intuir, que sucede entre ellos. Miren sino la tensión erótica que hay entre Jenny y Danny, uno de los amigos con dinero y estilo de David.
La película se llena de esos pequeños, pero intensos e inteligentes momentos. No abusa del montaje ni la música (que es muy buena) para subrayar una idea. Es dinámica, simple, y "chiquitita". Casi como la joven Mulligan, una actriz a tener en cuenta.