PREMISA Y PROMESA
El director catalán, en su segunda película, intenta sorprender con una historia centrada en un único y cerrado ambiente y protagonizada por un sólo personaje. Los resultados ni siquiera están a la altura de la limitada concepción del arte cinematográfico que propone el film.
Enterrado pertenece a esa clase de películas que parten de una premisa tan clara y contundente que encuentran en ella la principal (única) justificación de su existencia. Es por esto que inevitablemente quedan atadas a ella, y la construcción narrativa y estética debe mantener una altísima rigurosidad que respete lo planteado. En definitiva, la premisa es el centro de la película, y en este caso es la siguiente: un hombre despierta dentro de un cajón que está enterrado en el medio del desierto y sólo cuenta –en principio- con un teléfono celular, un encendedor y una petaca; toda la acción debe transcurrir con esas condiciones.
Más allá de que en gran medida este tipo de operaciones están muy supeditadas a ideas de marketing, es cierto que también conllevan una promesa, y allí radica (o debería radicar) su atractivo. Lo que se promete en este caso es ingenio y originalidad para mantener la tensión del relato dentro de un espacio muy acotado, con sólo un actor en pantalla y durante una duración temporal más o menos típica. Se trata, en definitiva, de una cuestión de efectividad, de medir cuan capaz es el director de mantener el interés atándose a la premisa esgrimida.
Si esto es así, entonces es evidente que estamos frente a una concepción del cine muy pobre y que lo reduce al mero ejercicio, a un simple juego formalista. Y Enterrado no es más que eso, ya que es imposible realizar a partir de ella algún tipo de lectura, de interpretación, así como tampoco detectar alguna busca temática, o algún símbolo que se desprenda de la puesta en escena (es por esto que la película de Cortés es cualquier cosa menos algo cercano al cine de Alfred Hitchcock, para quien el suspenso era un concepto más complejo además del soporte básico para sostener y desarrollar su busca temática).
Ahora bien, nos queda aún por establecer si Enterrado es al menos efectiva en cuento al cumplimiento de su promesa. En este sentido hay que decir que en más de un momento logra mantener cierta tensión, que algunas de las situaciones que se le plantean al protagonista (una buena actuación de Ryan Reynolds) están bien resueltas y consiguen el impacto deseado. Sin embargo, la falta de rigurosidad para con la premisa atenta contra esa efectividad, por lo que Cortés falla en lo único fundamental de su película. Se podrían citar más de un punto al respecto, pero hay uno que sobresale claramente por sobre el resto debido a su ampulosidad. Se trata de un travelling hacia atrás que en su recorrido rompe con la lógica del lugar al salirse del espacio reducido fijado por el cajón, aspecto esencial para sostener el clima de encierro que padece el protagonista. En este movimiento de cámara se ve cómo el cajón se va alargando, dejando al descubierto la construcción del set de filmación. ¿Cuál es el motivo de dicho travelling? Ninguno, al menos justificado, porque ya sea en lo argumental, lo dramático, o en lo simbólico, el movimiento no aporta absolutamente nada. Es sólo un movimiento porque sí, que sirve de relleno preciosista.
Es por esta falta de rigurosidad (que también se refleja –por poner otro ejemplo- en una engañosa alucinación del protagonista) que Enterrado ni siquiera se destaca en el pobrísimo juego que decide jugar.