Narrar un conflicto muchas veces llevado al cine, pero desde la impronta de una situación como la tensión por un ser en estado de coma, debatiéndose entre la vida y la muerte, es tal vez el mayor acierto de la propuesta.
Convencional, con una mirada sobre la religión subrayada y particular, no aporta esta propuesta nada nuevo al conocimiento sobre una cinematografía que se ha acercado cada año más a los espectadores locales y que profundiza sobre la idiosincrasia de una nación en constante puja.