La directora Miya Hatav plantea en Entre dos mundos, su opera prima, un drama actual (el conflicto entre árabes e israelíes) sencilla pero conmovedoramente.
A raíz de un atentado terrorista en Jerusalén, Oliel queda en estado de coma. Al hospital en el que está internado acude su madre, con la que había roto relaciones mucho tiempo atrás, y su novia, que es árabe y debido a que no puede revelar su identidad, finge ser pariente de otro paciente. Lentamente se va construyendo un vínculo entre ambas mujeres, en una tensa espera, en la que una guarda un secreto.
La tensión de las relaciones está planteada por lo perturbador de los lazos basados en lo que está oculto, lo no dicho. En el secreto de una relación amorosa entre seres de dos mundos que están en conflicto y aún así, pueden amarse, a pesar de las religiones.
La premisa puede ser cursi pero, en definitiva, la directora está diciendo que el amor puede salvar el mundo a pesar de las diferencias y los prejuicios. Las ideas religiosas parecen actuar como paredes que van aislando con rencores y culpas los sentimientos más puros.
En su debut como directora y guionista, Miya Hatav trabaja con primeros planos para dar la sensación de intimidad y cercanía con los personajes principales. Personajes que están en una espera de resolución de conflicto, como lo es también la expectativa por solucionar la contienda entre árabes e israelíes.