DOS PELÍCULAS EN UNA
La creación del Oxford English Dictionary fue allá por fines del Siglo XIX una empresa realmente delirante, una búsqueda obsesiva por cientos de miles de términos de la lengua inglesa y su origen, empresa que terminó involucrando a muchas personas que colaboraron desinteresadamente con James Murray y su equipo, encargados de coordinarlo y darle vida. Esa tarea es la que toma como eje Entre la razón y la locura, film de Farhad Safinia que trabaja dos líneas narrativas distantes pero que se terminan cruzando, y que tienen como tema central la locura, la institucionalizada y la otra.
Murray (Mel Gibson) es instado por las autoridades de la Universidad de Oxford a producir el bendito diccionario. Mientras, el cirujano William Chester Minor (Sean Penn), perseguido por una locura alucinatoria, asesina a un hombre inocente. Safinia sigue estos procesos institucionales, el de los catedráticos coordinado el diccionario y el de la justicia condenando al cirujano, con la promesa de que en algún punto una cosa es el reverso de la otra. La dificultad del trabajo y el pánico a no poder avanzar lleva a Murray y su gente a pedir ayuda para encontrar la raíz de muchos términos que aún permanecen huérfanos. Es ahí cuando Entre la razón y la locura habilita el cruce entre ambas líneas narrativas: desde la prisión, William Chester Minor se convertirá en uno de los más destacados colaboradores del diccionario. En primera instancia lo que sobresale es el juego de espejos que monta el director: Murray y Minor pareen dos hombres torturados que han logrado canalizar su obsesión por diversos caminos. Así la película logra posicionarse sobre esa delgada línea que separa a los que están del lado de la locura de los que no. Y, claro, cómo las instituciones actúan en cada situación.
Entre la razón y la locura avanza con interés y va construyendo un personaje sumamente rico como el Murray de Gibson, un catedrático y hombre de familia que afronta con absoluto profesionalismo la tarea que le invocan. Ese tipo de profesionalismo que lo termina alejando de lo afectivo. Claro que la otra mitad del relato es Minor y su estadía en el hospital psiquiátrico, situación recreada no con pocos clichés, aunque la aparición de la mujer a la que el cirujano dejó viuda le permite cierta rugosidad y la aparición de otros grandes temas: la culpa y la nobleza. Pero, melodrama al fin, Entre la razón y la locura minimiza sus aciertos en una última media hora donde se vuelve demasiado edificante y convencional, corriendo ante la obligación de ilustrar episodios certificados por la historia. Y en la suma final, la película de Safinia no logra del todo fusionar los dos relatos que la integran, fundamentalmente por sus rasgos estilísticos disímiles e imposibles de sincronizar. Por un lado tenemos la mesura casi clásica de Gibson para contar la construcción obsesiva del diccionario, mientras que por el otro tenemos otra interpretación del método a cargo de Penn y su exhibición de la locura. Síntesis del carácter esquizofrénico de una película que en contadas ocasiones termina por encontrar la claridad meridiana.