Agatha Christie para el Siglo XXI
Los 'murder mysteries' vuelven a estar de moda gracias a esta genial historia pergeñada por Rian Johnson.
Después de su incursión en esa galaxia muy, muy lejana con “Star Wars: Los Últimos Jedi” (Star Wars: Episode VIII - The Last Jedi, 2017), Rian Johnson decide alejarse de las franquicias multimillonarias, pero no bajar el perfil. Canalizando su mejor versión de Agatha Christie nos trae “Entre Navajas y Secretos” (Knives Out, 2019), un ‘murder mystery’ o whodunit (novela policíaca) que juega, rompe y moderniza las reglas de este género.
Johnson escribe, dirige y se rodea de un elenco increíble -Daniel Craig, Chris Evans, Ana de Armas, Jamie Lee Curtis, Michael Shannon, Don Johnson, Toni Collette, Lakeith Stanfield, Katherine Langford, Jaeden Martell y Christopher Plummer- para sumergirnos en el supuesto asesinato de Harlan Thrombey (Plummer), exitoso y muy adinerado novelista de misterio que acaba de celebrar su 85° cumpleaños junto a su familia. A la mañana siguiente, su ama de llaves (Edi Patterson) lo encuentra sin vida, aparentemente, habiéndose cortado a sí mismo la garganta.
Mientras los Thrombey esperan por la lectura del testamento, el detective privado Benoit Blanc (Craig) -contratado por una figura anónima- entra en escena para investigar a los miembros de esta dinastía que, al parecer, tienen muchos secretos escondidos en cuanto a su relación con el patriarca se refiere. Uno a uno se entrevistan con Blanc y nos vamos enterando de sus trapitos sucios: un yerno infiel, una nuera estafadora y un nieto mujeriego y despilfarrador que quedó afuera de cualquier herencia. Todos tenían un motivo para deshacerse de Harlan, pero las circunstancias cobran un giro inesperado cuando Marta Cabrera (De Armas), enfermera del escritor, se convierte en la figura principal de este enigma.
“Entre Navajas y Secretos” se rige por las convenciones y tropos más puros del género, pero en manos de Johnson y sus personajes -con su mezcla de absurdo y humanidad-, la historia se nos presenta como algo fresco y novedoso, cuyas vueltas de tuerca nunca dejan de ser entretenidas y desafiantes para el espectador. El realizador de “Looper: Asesinos del Futuro” (Looper, 2012) y algunos de los mejores episodios de “Breaking Bad” (2008-2013) -bueh, tal vez, del mejor- nos convierte en testigos del misterio, aunque también en cómplices de lo que ocurre en la pantalla.
El gran Benoit Blanc en acción
Dentro de este reparto coral, donde todos tienen su momento para brillar, incluso los que apenas expresan palabra; Craig, De Armas y Evans dan un pasito al frente y se corren de sus papeles habituales para interpretar a tres piezas claves de este rompecabezas cinematográfico. La mansión de Thrombey, y cada uno de sus recovecos, también juega un rol importante como si Johnson nos moviera cual fichas sobre un tablero de CLUE, pero un poquito más siniestro. Acá, el humor se desprende de las situaciones más irracionales y de los personajes, sin necesidad de forzar ningún chiste. Es más, “Entre Navajas y Secretos” carga con una sensibilidad no tan propia de estas historias que, muchas veces, se regodean en sus arquetipos.
Por su parte, el director los abraza y los reconfigura siempre en beneficio de la historia y en el placer que nos da ver a estos actores lucirse en la pantalla. Cuando llega el momento, Johnson deja que cada uno muestre la hilacha y saque a relucir lo mejor y lo peor de sus alter egos, honrando esa tradición criminal que nos dejó los mejores exponentes fílmicos en la década del setenta, como el inalterable “Crimen en el Expreso Oriente” (Murder on the Orient Express, 1974).
Todos son sospechosos hasta que se demuestre lo contrario
Queda claro que Rian Johnson quiere divertirse y divertirnos creando un complejo y entretenido entramado que juguetea con la perspectiva, las pistas falsas y las complicadas relaciones familiares que se esconden a plena vista en este crimen por resolver. Claro, suponiendo que dicho crimen exista. Un interrogante que se mantiene casi hasta el último minuto, porque así de impecable es la construcción narrativa del realizador, que nunca se toma nada demasiado en serio (salvo su trabajo).