Rian Johnson se revela como un guionista endiablado, gozando cada línea de diálogo y proyectándola en su mente de director. Excluyendo a cineastas de impronta que jamás delegan sus guiones, pocas veces puede apreciarse esta sagrada comunión entre escritura y puesta en escena. Cohesión estética que le da cintura a Rian Johnson para apropiarse del género y ubicarlo en la delgada línea entre la parodia y el cliché.
Esta rebeldía oscilante ya había sido aplicada en Star Wars: The Last Jedi bajo un esquema narrativo que rompía los automatismos de la saga. Desprendido del universo Star Wars, Rian Jonhson parece fortalecido por la disconformidad de los fans. Entre navajas y secretos no es una película asustada, al contrario, está llena de experimentación y ludopatía. Parte de este brío es deudor de su elenco, actuando bajo una misma frecuencia caricaturesca con reminiscencias al cine de Wes Anderson. Las escenas corales, sobre todo cuando las pasiones se desbordan, son una fuente loca escupiendo talento.
El gran mérito de Rian Johnson consiste en pergeñar una trama enroscada hasta lo absurdo y mantener una narrativa limpia. La métrica del montaje debería ser objeto de estudio: los vaivenes en el tiempo no marean, las ueltas de tuerca se descontrolan pero no debilitan el interés y hasta la pieza más deforme encaja.
Entre navajas y secretos también puede leerse como una réplica a la adaptación del 2017 de Muerte en el Expreso de Oriente, atada en demasía al clásico literario, sin exabruptos. Aquí Rian Johnson entrega una película fresca que hará feliz tanto al entusiasta de las películas de misterio como al que ya se cansó de las películas de misterio.