Los sospechosos de siempre.
Conformando un híbrido entre las clásicas novelas detectivescas de Agatha Christie y el elemento lúdico de un juego de mesa como el Clue, el nuevo film de Rian Johnson ofrece al espectador una experiencia entretenida de suspenso que lo invita a desentrañar el misterio. Tomando casi todos los clichés típicos de esta clase de relatos, el film se desenvuelve a través de una fórmula clásica que al mismo tiempo permite reírse de sí misma, al mismo tiempo que se reescribe con la autoconciencia de los tiempos que corren. Si Entre navajas y secretos repite una variedad de situaciones y personajes conocidos infinidad de veces, lo interesante es la manera en que todo ello se desenvuelve de tal modo que resulta una re-lectura ágil y refrescante. Parte del logro reside en la historia, pero sobre todo en su abanico de entrañables personajes.
Una excéntrica mansión. Un festejo familiar. Un extraño suicidio. Un sagaz investigador. Muchos motivos y muchos sospechosos. Todos estos reconocidos elementos de la narrativa policial están allí presentes con una mirada humorística pero homenajeando respetuosamente al género clásico al que pertenecen. Es por ello que a lo largo de su desarrollo, la historia se toma el trabajo de afianzar los estereotipos y recursos convencionales, agregándole a cada uno de ellos leves cambios con el fin de modernizarlos. Lejos de suponer una rivalidad entre lo clásico y lo moderno, el film se construye con un sólido guión que hace funcionar (o fusionar) ambos estilos de forma natural, algo que queda establecido desde un principio al reformular la figura del detective.
Benoit Blanc (Daniel Craig) es la representación total del tradicional investigador —y no un vino como podría indicar su nombre—. Se trata de un detective con el intelecto de Sherlock Holmes y la elegancia y mirada experta de Hercule Poirot —o al menos en apariencia. Sin embargo, la encantadora presencia de Blanc y la investigación que lleva a cabo son parte de la ironía de un film que se encarga de no caer siempre en lugares comunes —y de hacerlo, al menos que sea con humor. Es así como el protagonismo principal se lo lleva —y se lo gana— el personaje de Marta (Ana de Armas). la enfermera y única amiga de Harlan Thrombey (Christopher Plummer), un exitoso escritor que creó una fortuna gracias a sus novelas de misterio y su firma editorial. Será su muerte la que de inicio a la serie de acontecimientos que ponen a Marta en su propio camino detectivesco.
La eventos de la historia se sitúan principalmente en la mansión familiar de los Thrombey, haciendo uso de los distintos espacios para conectar los distintos encuentros, secretos y enemistades que mantienen entre sí todos los herederos del patriarca recientemente fallecido. La narrativa se desenvuelve alternando entre los interrogatorios de la investigación criminal y los sucesos de la noche en que Harlan muere luego de festejar sus 85 años. El relato juega en medio de un constante vaivén temporal que revela con suma gracia los conflictos y falsedades de todos los miembros de la familia. La variedad de carismáticos personajes incluye a la hija mayor Linda (Jamie Lee Curtis), que hace gala de su control y frialdad mientras su marido Richard (Don Johnson) le es infiel, el hijo de ambos Ransom (Chris Evans), un joven mantenido que nunca trabajo un día de su vida, el segundo en la línea de sucesión es Walt (Michael Shannon) a quien su padre le acaba de quitar la administración de la editorial, y Joni (Toni Collette), nuera de Harlan que se encuentra en quiebra y a la cual financiaba pagando los estudios de su nieta desde el fallecimiento de su tercer hijo.
La fuerza y el atractivo principal de esta comedia de suspenso lo gana por el diverso y gran elenco que posee, todos los personajes cuentan con un gran carisma en pantalla nacido de la relación entre la elección actoral y la combativa personalidad de los personajes. Lo que Johnson hace con maestría es saber ponerlos en conjunto dentro de los distintos espacios y subtramas para que toda relación que se da entre ellos siempre funcione entre el caos y las falsedades. Egos, ambiciones y una marcada línea de pensamiento neoliberal son algunas de las descripciones que reflejan a la familia Thrombey. Ajena a esos aspectos, se encuentra Marta, una persona humilde, sincera, intolerante a la mentira ya que, cuando lo hace, reacciona vomitando. Un aspecto que además de cumplir su función humorística, sirve de elemento de tensión cuando el personaje debe ocultar la verdad en pos de resolver el misterio: el vómito como descripción de los valores de Marta y como respuesta directa a lo generado por la batalla familiar.
Una de las primeras imágenes del film refiere a una taza de Harlan con la inscripción: mi casa, mis reglas, mi café. Bajo ese mandamiento territorial es que la historia se estructura según cómo los variopintos personajes marquen su territorio, apropiándose de lo material pero también de lo personal. Es así como todo lo que se sucede dentro de la mansión funciona como reflejo de su lugar en el mundo, tanto de los Thrombey como de Marta. La joven enfermera es una extranjera tanto dentro del país como de la familia para la que trabaja, a pesar del hecho de que son sus propios empleadores los que le informan que ella es parte de la familia. Contrariamente, ellos mismos se encargan de establecer una separación constante para con ella, dejando de lado los falsos buenos tratos. Sea desde el desprecio o desde la ignorancia, la familia refleja una xenofobia que resalta aún más cuando intentan equívocamente ser políticamente correctos, denominando a Marta siempre con una nacionalidad distinta: “es de Honduras, Paraguay, Colombia, Brasil”. Los aspectos negativos de la familia ganan positivamente en calidad de humor para el film.
Entre cuchillos y secretos apela, a través de un guión sólido, a elementos clásicos para reescribirlos de forma moderna, lo que hace que posea un entretenido disfrute que le brinda una interesante vuelta de tuerca a este tipo de relatos. El excéntrico histrionismo de los personajes refuerza con gracia las problemáticas surgidas con el hallazgo sin vida de Harlan. Los tiempos del riguroso trabajo detectivesco a la perfección son dejados a un lado, y con ello los aspectos más acartonados toman nuevas dimensiones a través del ridículo, lo que termina ofreciendo erróneas conclusiones o estúpidas persecuciones automovilísticas. Rian Johnson homenajea al género y, al igual que el sentido de apropiación de los Thrombey, se divierte haciéndolo suyo. Su cine, sus reglas, nuestras risas.