A la velocidad de un video clip; de un motor fuera de borda al cual se le va acabando la nafta; así es “Entre sus manos”, y así se presenta el personaje central de esta comedia estrenada el jueves. Jon (Joseph Gordon-Lewitt) está sentado frente a su notebook. En su discurso, a manera de introducción, sabremos que además de importarle sólo su cuerpo (plano de él en el gimnasio), su casa (plano limpiando su alfombra), su auto (plano arrancando su Chevy), sus chicas (tres, cuatro, las que vengan), su iglesia, y sus amigos (plano tomando cerveza y mirando un partido), le guarda un especial cariño al porno (en tanto videos porno, y acá vienen “como cien” inserts de pornografía).
Asistimos a una explicación detallada (en off) de por qué ver un par de videos y lograr la ansiada “luna de miel en la mano” (parafraseando a Virus), es mucho mejor que el sexo en carne y hueso. La explicación sobrepasa lo patético porque las virtudes que resalta del material pornográfico que tanto le gusta ver son precisamente las que no puede vivir a pleno con los levantes pues, su condición de macho alfa con actitud de todo-me-importa-un-bledo, no se lo permite.
En estos primeros interesantes 15 minutos con buen ritmo y timing veremos a Don Jon en acción de levante continuo. Una tras otra desfilan las mujeres por su cama mientras en su propia narración se pavonea sobre su masculinidad, critica a las chicas por ser todas frígidas o recatadas a la hora de la inventiva, y pondera la ecuación levante + sexo + porno + masturbación = vida ideal.
Obviamente estamos esperando qué pasa cuando ve a Bárbara (Scarlett Johansson) en el boliche e intenta abordarla, sin éxito. Este segundo personaje será el encargado de cambiar el paradigma por el cual vive Jon, aunque también le espera otro giro adicional cuando entra en acción Esther (Julianne Moore).
El guión intenta una progresión a partir de segmentar la obra en dos anclajes fundamentales: Por un lado, la casa paterna de Jon con reuniones, por momentos desopilantes (muy bien Glenne Headly y Tony Danza como los padres), dado cierto contraste entre sus integrantes. Por el otro (más subrayado aún), los momentos en los cuales llega a la iglesia a confesarse que funcionan como un termómetro según la cantidad de padrenuestros encargados por el sacerdote conformando una suerte de tangente por la cual el protagonista se escapa.
A medida que “Entre sus manos” avanza, el ritmo se va frenando de a poco, como para darse el tiempo a instalar la situación. Sin embargo, a partir de la primera discusión con Bárbara el rumbo cambia, y tanto la pretensión de polémica sobre si la mujer siente que compite con el porno o no, como la historia “romántica” per se, van perdiendo fuerza a manos de cuestiones anecdóticas como los estudios de Jon o su propio conflicto interno sobre seguir mirando porno después de tener sexo.
Tal vez por eso queda una gran ¿Y…? en la mente del espectador una vez comenzados los créditos. Aun cuando cada uno aprende una gran lección da la sensación que Hewitt no supo cómo seguir a fondo con lo propuesto abandonándolo a su propia merced, como si el tema se hubiera desalojado del cuerpo del protagonista y pasara a ser parte de un texto que le quedaría mejor al stand up.
Técnicamente bien realizada, y entretenida, el debut de Lewit como director deja cosas interesantes para el futuro. Mientras tanto, la cosa viene livianita.