El Don Juan sin tierra
Don Jon (desafortunadamente traducido para nuestro mercado como Entre sus manos) es el debut de Joseph Gordon Levitt como director, guionista y productor. La premisa inicial podía resultar interesante: ¿Cuán irreconciliables son las ideas del amor con el sexo salvaje sin límites? ¿Puede un hombre enamorado saciar sus instintos más básicos con la mujer que ama, sin sentir que por eso mancilla el más puro de los sentimientos?
El film arranca con un musculoso y atlético joven mirando a cámara y narrando como para su vida el sexo en el porno es la máxima expresión del “perderse en uno mismo“. Para Johny, el porno es una ceremonia, tan llena de liturgia como una misa: primero comenzará con imágenes fijas pornográficas, luego llegará la elección del video en cuestión, pero nunca tocará su pene en estos actos preparatorios. Después, y una vez encontrado el video exacto, sí comenzará el ritual masturbatorio y la maravillosa sensación de perderse en ese universo de senos, traseros y todos los actos más explícitos que una mente pueda idear.
Pocas cosas son importantes para el protagonista: el porno, su familia, la limpieza, su aspecto personal, su auto y sus amigos. Todo aquello que lo define para “el afuera“ es cuidadosamente exhibido, las ceremonias -incluida la de masturbarse- son respetadas al extremo. Las misas de la iglesia, los almuerzos familiares, las salidas con los amigos son repetidas con un automatismo casi autista.
En medio de la automatización de la vida superflua de Johny aparecerá el objeto perfecto -y cuasi decorativo- que le faltaba, una chica 10, personificada por Scarlett Johansson. Una mujer que emana sexo con su mera presencia, pero que sin embargo para consumar su relación le pide al joven que deje de lado el porno y que retome los estudios. Y Johnny, el que tenía tan claro lo que quería, lo hará por ella para sumar un nuevo trofeo a su galería de banales galardones. Y en este nuevo espacio de estudio conocerá a Esther (Julianne Moore, en una gran actuación), quien levemente irá entablando una relación con este joven que claramente no sabe lo que quiere.
Así el film se dividirá en dos momentos totalmente diferenciados por su estética y por el ritmo narrativo que le impone su director: una primera mitad con una estética de video clip, que reconoce a Gordon Levitt como un emergente de la era MTV donde el frenesí es la marca distintiva y un segundo momento, luego de la aparición del personaje de Esther, en el cual el tiempo se detiene y el montaje pierde velocidad, además los diálogos pasan a ser más elaborados e intimistas. Como si el mismo director nos anticipara que el universo que nos mostró con recatada desmesura en los primeros minutos (tampoco hay un espíritu rupturista en Levitt) poco a poco va a ir perdiendo su razón de ser.
Entre sus manos es un film sobre sexo, donde el sexo no está presente, salvo en los casi epilépticos flash que muestran las imágenes que inspiran su “malsana costumbre”. Ni aún la presencia de Scarlett Johanson dota al film de un aura de erotismo latente. Todo está tan fríamente calculado; tan automatizado en la dinámica narrativa, que nada puede emanar sin ser contenido (como hace Johnny masturbándose con un paquete de pañuelos descartables a mano para las poluciones autogestionadas)
La opera prima de uno de los abanderados de la comedia indie termina siendo más mainstream que nunca. Ensanchando aún más la burguesa línea entre sexo y amor. Demostrándonos que el día que encontremos el amor lo único que podremos anhelar es mirar fijamente a los ojos a nuestro amante y practicar el sexo como Dios manda: en la posición del misionero.
Tal vez Joseph Gordon Levitt no sea más que un misionero tratando de adoctrinarnos sobre la improbable posibilidad de compartir los placeres de la carne con quien amamos. Eso es el amor para él, la renuncia a la pasión. Y lo más triste de todo es que esa renuncia la transmite a su cine.