500 (pajas) con ella
En su debut como director en largometraje, Joseph Gordon-Levitt elige un tema contemporáneo y decide ponerlo en escena asimilando discursos narrativos del presente: contemporáneo porque si bien la pornografía es más vieja que la injusticia, lo cierto es que la pornografía a la que hace mención Gordon-Levitt es la de Internet, la que -disculpen el exabrupto, pero ya que estamos- está a mano. Su protagonista, un Don Juan masturbatorio, es fanático de los sitios de videos XXX, sale con cientos de minas pero prefiere antes el placer de estar frente a la computadora, y la película lo registra en su actividad con el mismo criterio fragmentario y selectivo de esa pornografía. Entre sus manos es una película que maneja inteligentemente el nivel de la imagen, iconográfica y narrativamente, aunque se empantana a la hora de desarrollar sus temas sin caer en bajadas de línea o mensajes rutinarios.
En el nivel de la imagen, por ejemplo, tenemos la utilización que se hace de Scarlett Johansson como ícono sexual barrial. No hay una belleza sutil en la actriz -nunca lo hubo-, sino que lo suyo es más el erotismo de póster de taller mecánico. Gordon-Levitt lo sabe y por eso construye personajes que son y se mueven en universos que no les son ajenos. Es ahí donde el director demuestra un gran ojo para la construcción de un relato que sea coherente al menos en un sentido simbólico. Lo mismo ocurre con la manera en que el protagonista se relaciona con la Iglesia -o con su familia-: lejos de caer en los terrenos del sermón clerical, la película evidencia lo supersticioso que hay en el vínculo de algunas clases sociales con la religión y lo espiritual.
El inconveniente mayor de Entre sus manos es que el director, protagonista y guionista no logra nunca desarrollar del todo una idea profunda sobre el tema que se ha decidido a abordar. Y convengamos que el “tema” es bastante fuerte y presente, como para no saber bien qué hacer con él una vez que se mete a desarrollarlo. Aclaremos: por un buen rato la película funciona y hasta aporta una mirada despreocupada del sexo y de la vida en pareja, al menos para los estándares de Hollywood. Es hedonista, es divertida, y topándose con situaciones parecidas a las de Shame: sin reservas, logra que el sexo sea menos una carga culpógena que algo placentero.
La película gira alrededor de la imposibilidad emocional de relacionarse que tiene el protagonista, se cree en parte por culpa de la pornografía que consume. En algún momento la pregunta surge y hay un personaje que deja picando la duda -me sigo disculpando-: la pregunta que debería responder la película es ¿por qué el protagonista no encuentra el mismo placer en las relaciones sexuales en vivo que el que encuentra cuando tiene sexo virtual? Lejos de dar una respuesta acorde, Entre sus manos da varios giros, como si se avergonzara de la comedia canchera y un poco hedonista que había sido -y tuviera que justificarse-, y se convierte en una comedia romántica con personajes torturados (la Esther de Julianne Moore es sencillamente insoportable) que encuentran la salvación.
Gordon-Levitt termina filmando, así, una reversión de 500 (días) con ella pero un poquito más guarra, donde vuelve a hablar de cómo la cultura popular construye un tipo de ideario romántico que no tiene por qué ser real, eludiendo olímpicamente el tema que nos había convocado. Porque nos vamos del cine sin una idea muy clara acerca de si se puede tener más placer mirando pornografía que teniendo sexo con otra persona, aunque sí podemos decir que si hallamos un ser de luz en nuestra vida podemos estar cerca del amor y ahí sentir muchísimas cosas lindas. Entre sus manos termina siendo como el propio Gordon-Levitt, simpático, intenso, pero bastante inofensivo.