Para entretenerse amablemente.
Algunos suponen que todo empezó con la inglesa "Los amigos de Peter" (Kenneth Branagh,1992), pero en Francia las películas de amigos que acostumbran reunirse a comer y en algún momento se pasan la factura son muy anteriores, y abundantes. Las hay risueñas, de situaciones variadas y final feliz, siguiendo al maestro Yves Robert ("Les copains", "Un elefante con una trompa enooorme", "Todos iremos al paraíso"), hay melancólicas y reflexivas, estilo "Vincent, Francois, Paul y los otros", de Claude Sautet, y hasta una medio amarga, la extensa "Les petits mouchoirs", de Guillaume Canet, donde alguien tiene un accidente y los demás lo dejan y se van de vacaciones como todos los años (se consigue por ahí bajo el título "Pequeñas mentiras sin importancia").
Eric Lavaine, autor de comedias livianas, hace su aporte con la obra que ahora vemos, donde toma algunas cositas de Sautet y Canet y, coherente con su estilo, las aliviana. Por ejemplo, una discusión intempestiva, o la tradición de irse todos juntos de vacaciones con los problemas de financiación y sinceramiento que esto acarrea para algunos, etc. El agrega también lo suyo: una mujer dentro del grupo en igualdad de condiciones (no va como "mujer de", aunque el asunto tiene sus bemoles). Incluso es futbolera y va con los demás a la cancha. Pero ése es apenas un dato de color, o de género.
La moraleja de esta película es que los amigos enferman. Vemos al comienzo cómo el personaje protagónico hace vida sana, se cuida en las comidas, etc. y sin embargo tiene un síncope. Ergo, tira todos los remedios y abandona la vida sana. Se va a las sierras con sus amigos. Y tiene otro síncope, el vasovagal, que le dicen. Ergo, debería tirar a los amigos. Soportarlos, es la causa de sus males.
Para llegar a ese punto asistimos a una buena cantidad de comidas, festejos, tonterías, etc. y también vamos de vacaciones (lástima que sólo virtualmente) a una regia casona en un lugar precioso, tipo Traslasierra, o afueras de Merlo, allá por Cevennes. Y después que la gente se saca el entripado más o menos como corresponde, cada uno soluciona sus problemas y seguimos comiendo juntos. ¿Para qué amargarse? Es una comedia liviana.
A registrar, la escena donde uno hace sangría con un vino carísimo, otro se ofende y se escandaliza, y el más lúcido saca una excelente conclusión para disfrutar mejor de la vida sin atenerse a las pautas de cómo vivirla (sobre todo, sin atenerse a las pautas de los comentaristas de vinos). Muy bien, el personaje del gordo buenazo a cargo de Jérome Commandeur. Muy desaprovechada, la aparición de Nabiha Akkari, cantante y comediante de origen tunecino más que agradable. Curioso, ver a Lambert Wilson más o menos distendido al frente de este elenco, después de protagonizar dramas como "La princesa de Montpelier" y "De dioses y hombres".