Antoine (Lambert Wilson), cincuenta años, salud cuidada al extremo, sufre un ataque cardíaco en plena maratón amateur. Este hecho se convierte en una bisagra en su vida, que sufre replanteos y cambios en cuanto a la manera de relacionarse con los demás y consigo mismo. Aunque esta no es solo la historia de Antoine, sino también de su grupo de amigos. El filme coral de Eric Lavaine pretende hacer un retrato de personas de mediana edad, con sus vicisitudes, devaneos amorosos y relaciones familiares.
La primera mitad de la película promete más de lo que entrega. El guión propone un prólogo, narrado en off por Antoine, para luego realizar un flashback que lo muestra en acción antes del accidente cardíaco. Inútil ida atrás en el tiempo, que no hace sino lentificar el desarrollo de la trama. Finalizado el flashback, volvemos al tiempo presente y la historia sigue sin arrancar. Descriptiva más que narrativa, en el peor de los sentidos, situaciones trilladas y de poco vuelo humorístico se suceden, con alguna que otra salida de alguno de los personajes que nos hace esbozar una sonrisa cómplice. No hay un peso dramático o sustancia para poder ver lo que realmente ocurre con los personajes. Algunos, como sucede con la pareja de separados que inevitablemente se encuentran en cada reunión grupal, cansan con sus actitudes y repeticiones.
Recién en la segunda mitad del filme, sentí que el avión, que comenzaba por fin a volar -aunque muy cerca del ras del suelo- había despertado en algo mi interés. Las piezas, llegado el final del filme, no se modifican significativamente. Cada cosa vuelve a su sitio. Quizás el protagonista, Antoine, sea el que sufre realmente un cambio. Hay buenas actuaciones, pero no alcanza y queda gusto a poco. Recomiendo ver (o volver a ver) Intocable (de Eric Toledano y Olivier Nakache), película que habla de la relación y los lazos de amistad entre un personaje tetrapléjico y su asistente. Dos personajes que nos hablan más de lo que les pasa, cómo es su situación personal y social, y nos hacen reír abiertamente, sin sentir lástima por ninguno de ellos.