Esta fábula sobre mitos y tradiciones narrativas es un extravagante y tierno ejercicio de parte del director de la saga «Mad Max». Con Tilda Swinton e Idris Elba.
Su inclusión como película «fuera de competencia» en el último Festival de Cannes daba a entender que se trataba de una producción particular, de algo no del todo convencional, de parte del realizador australiano de MAD MAX. Si uno veía el trailer o imágenes de la película sabía que no tenía que esperar nada parecido al tipo de cine que lo ha hecho famoso en todo el mundo. Pero, se sabe, una cosa es ver los materiales promocionales de una película y otra, de hecho, ver la película. Y lo cierto es que THREE THOUSAND YEARS OF LONGING, si bien es una rareza, una película un tanto extraña y fuera de norma, tranquilamente podría haber estado en la pelea por la Palma de Oro. De hecho, es bastante mejor que muchas de las que sí compitieron.
Una fábula que tiene como tema el propio hecho de contar fábulas, una película que apila ficciones como historias y encantamientos para entretener a los reyes (o a los semiólogos y «narratólogos», como en este caso), la película de Miller ya con el título juega con la evidente referencia a LAS MIL Y UNA NOCHES: es una colección de historias que conectan al que las cuenta con el que las escucha, una celebración del arte de la ficción no necesariamente como colección de símbolos y metáforas sino del arte de narrar, de fascinar, de entretener.
Tilda Swinton interpreta a la Dra. Alithea Binnie, una mujer que se dedica a estudiar y dar clases sobre el arte de narrar historias, y que se ha divorciado recientemente, dejada por su pareja por una mujer más joven que ella. En un viaje a Estambul en las Aerolíneas Scheherazade (guiño, guiño), Alithea se aloja en la habitación en la que Agatha Christie supuestamente escribió ASESINATO EN EL EXPRESO DE ORIENTE con la idea de participar en una convención sobre historias, mitos y leyendas.
Pero entre los típicos momentos de llegada a un congreso de este tipo, la mujer empieza a tener visiones y siente que está siendo acechada por criaturas fantásticas y mitológicas que nadie más parece ver. En una salida a una feria local compra una botella antiquísima –el que se la vende, curiosamente, le dice que seguro es actual y falsa– y al llegar a su cuarto de hotel se topa, al abrirla, que de allí sale un djinn que le ofrece los clásicos tres deseos.
El «genio» en cuestión es gigante (lo encarna Idris Elba con enormes orejas y poca ropa) y amable, pero se encuentra con que Alithia, una especialista en el tema, no quiere decirle sus deseos ya que sabe, por la tradición en la materia, que al final esas historias terminan mal. Para convencerla, o por necesidad de hablar después de haber estado miles de años encerrado en una botella en el fondo del mar, el djinn empieza a contarle sus historias y cómo fue entrando y saliendo de la botella en cuestión a lo largo de los siglos.
Y la película irá mostrando esas historias, que incluyen su relación con la bella Reina de Sheba, otros jeques, reyes y magos que fueron cruzándose en su camino, lo fueron engañando o dejando de lado para finalmente volverlo a encerrar. Y así, cada tantos siglos, algo que el film cuenta a modo de capítulos de un cuento tradicional, casi para niños, y que Miller filma con toda la parafernalia de las películas de Terry Gilliam, solo que con una mayor dulzura, con más encanto que impacto. De a poco, oyendo esas historias de amores, desamores y penares en un cuarto de hotel, Alithia y el genio empiezan a conectar.
El disfrute de ERASE UNA VEZ UN GENIO pasará un poco por el gusto del espectador por estas historias de magos, hechizos, brujas y reinas en un tono que está más cerca del público infantil que del adulto, si bien el marco que las integra no lo es. Y Miller tiene talento y creatividad visual como para transmitir su pasión e interés por un tipo de leyendas que en principio pueden resultar un tanto vistas y escuchadas. Más allá del interés personal que cada uno pueda tener por este tipo de historias, la película funciona y es efectiva en su manera de conectar mito y realidad, en redescubrir la pasión por las leyendas mucho antes de que la ciencia pueda explicar las cosas de manera más fría y mecánica. Miller apuesta a ese romance con las historias para hacer más llevadera la realidad.