La fantasía milenaria de George Miller
El visionario director de “Mad Max” realiza una fábula sobre el poder de contar historias con Tilda Swinton e Idris Elba.
Érase una vez un genio (Three Thousand Years of Longing, 2022) es la historia de una cuentista (Tilda Swinton) que viaja a Estambul para dictar una conferencia sobre narrativas. La racional escritora es sorprendida por la magia oriental cuando entra a un bazar turco y compra una pequeña botella de la que emerge un gigantesco genio (Idris Elba).
En el cuarto de hotel tienen lugar los clásicos tres deseos del mágico ser ofrecidos a la mujer por liberarlo. Pero ella se niega por las consecuencias negativas de los deseos en los relatos y el mágico personaje despliega su abanico de historias milenarias de sultanes y princesas que lo tienen de esclavo. El clásico de Las mil y una noches articula la trama.
El debate sobre los cuentos en el cuarto de hotel entre la narratóloga y el genio es también un debate entre la racionalidad estructural de los relatos y la creencia mágica detrás de ellos. El lugar de la imaginación sin reglas para hacer posible la vida diaria termina cerrando el círculo de la fantástica propuesta. Creer o no creer es la cuestión.
Miller hace del metarelato su lógica narrativa en este film que genera un deleite vísual con efectos digitales justificados por el grado de fantasía propia de la historia. Pero a la vez abruma con su estructura narrativa de caja de Pandora, con genios saliendo y entrando de botellas y cuentos dentro de otros con moralejas que descifrar.
Hacia el final la película adquiere un tinte romántico sobre el poder irracional del amor haciendo un paralelo con las necesidad de los relatos fantásticos para la condición humana, en esta producción estéticamente deslumbrante y por momentos enrarecida, que obliga a dejar la credibilidad de lado y sumergirse en la historia para disfrutarla.
Miller emerge del cine fantástico de explotación de los años setenta y parece nunca haberse alejado demasiado de esa lógica. Con mayores presupuestos y tecnología digital realiza de una u otra manera las mismas aventuras imposibles que antes. El límite siempre es su inagotable imaginación y, haga el género que haga, siempre es un placer observar hasta dónde se anima a llevarnos.