Mario Sábato es un realizador argentino de 65 años y quince largometrajes en su haber, con una carrera muy irregular. Cuando apenas tenía 18 años realizó “El nacimiento de un libro”, mediometraje referido a la obra literaria de su padre, que fue premiado en su momento. Siete años después tuvo un promisorio debut en el largometraje al dirigir “Y que patatín, y que patatán”, donde echaba una tierna mirada al mundo de la infancia, con un notable elenco que incluía a Sergio Renán, Héctor Alterio y Cipe Lincovsky entre otros.
Luego la carrera cinematográfica sufrió un retroceso llegando a filmar, bajo un seudónimo (Adrián Quiroga), varios episodios de los Superagentes y de los Parchís, de escaso interés artístico.
A fines de la década del setenta volvió a hacer cine “serio” al dirigir “El poder de las tinieblas”, basado en el “Informe sobre ciegos” de la monumental “Sobre héroes y tumbas”. En “Ernesto Sábato, mi padre” que ahora se estrena, hay varias escenas de dicho film, siendo su intérprete principal el ya mencionado Renán.
Pero el grueso de su documental no se refiere a la carrera como escritor de su padre ya que el énfasis está puesto en mostrar aspectos más ligados a la familia de Ernesto, comenzando por su nacimiento en el pueblo de Rojas. Lo notable es que fue uno de diez hermanos, todos varones (el undécimo falleció al nacer) y que su fecha de nacimiento (24 de junio de 1911) coincide con la de otro célebre argentino: Juan Manuel Fangio.
La decisión del enfoque familiar parece acertada ya que como afirmara Mario, en reciente entrevista durante el programa de radio Cinefilia (FM La Tribu), otros podrán referirse en el futuro con más detalle a la carrera literaria del escritor. Pero es sin duda Mario Sábato quien mayor información dispone por ejemplo sobre su madre, Matilde Kusminsky, a la que Ernesto conociera cuando sólo tenía diecisiete años. La de sus padres fue una pareja que duró muchos años hasta que una enfermedad se la llevó a ella en 1998. Otro aspecto trágico fue la muerte de Jorge, hermano de Mario, en 1995 en accidente automovilístico.
El documental transmite una gran tristeza y ni siquiera la presencia de nietos, familiares y amigos en varias celebraciones en la famosa casa de Santos Lugares logran disipar esa sensación de soledad en la que se encuentra en la actualidad Ernesto. Preferimos recordarlo en épocas más lejanas (muchas imágenes son de 1995) cuando afirma en cámara que no es una persona muy recomendable y propensa a depresiones. Para los argentinos es un orgullo tenerlo, como lo muestran los testimonios de Magdalena Ruiz Guiñazú y Raúl Alfonsín, al referirse a su trabajo impecable como líder de la CONADEP.
También resulta emocionante una escena cerca del final del film, filmada en la casa hace pocos años, cuando Sábato recibió la visita de Mercedes Sosa, quien lo homenajeó interpretando una parte del “Romance de Juan Lavalle”.