Ernesto Sábato es uno de los intelectuales más reconocidos de la República Argentina y de la lengua castellana. Desde el colegio secundario los adolescentes leen su novela de los años cuarena El túnel y después, los más osados, continúan con la que hasta hoy se considera su obra mayor, Sobre héroes y tumbas. A pesar de su trayectoria literaria, Mario Sábato, director de este documental e hijo del laureado, aclara que no se verá en Ernesto Sábato, mi padre un recorrido o un análisis de la labor artística del escritor, sino un retrato "íntimo". Incluso afirma que el trabajo comenzó a partir del deseo de dejar a sus nietos e hijos un documento familiar que recopilara aspectos generales de la vida y trayectoria de su padre.
No obstante esta advertencia, ni el conocimiento de la vida del escritor resulta superfluo para una vía de análisis de su obra -aunque sí resulta imprudente "biografizar" sus ensayos y novelas-, ni el presente documental evita hablar de sus trabajos. De hecho, una buena parte de éste versa sobre el proceso de creación de Sobre héroes y tumbas, y también de otro importantísimo legado de Sábato, su aporte como director de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP), impulsada por el ya difunto entonces presidente de la Argentina, Raúl Alfonsín, que dejaría como resultado la investigación que se plasmó en el Nunca más.
El documental se compone de antiguas fotografías familiares, documentales sobre el mismo Sábato realizados con anterioridad por su hijo, entrevistas a personalidades que lo conocieron (Monseñor Laguna, Monseñor Cassaretto, Raúl Alfonsín, Magdalena Ruiz Guiñazú, China Zorrilla, Mercedes Sosa, Alejandro Dolina) y un "recorrido guiado" por Mario a través de los ambientes del que por décadas ha sido -y sigue siendo- su hogar en la localidad bonaerense de Santos Lugares. El resultado de este collage (pues hasta el propio director duda de que pueda llamárselo película... aunque por supuesto es discutible) es eminentemente positivo. La fuerza de los relatos del escritor, cuando aparece, aportan momentos tanto de dramatismo como de reflexión que enriquecen el horizonte filosófico del espectador, más aun si éste está interesado en la obra de Sábato (y, a modo de sugerencia, de manera superlativa si ha leído Sobre héroes y tumbas).
Por lo anterior, no debemos excusar al director de proponer una estructura quizá poco armoniosa. La división en capítulos, si bien no arbitraria, da cuenta de un recorte a veces abrupto y a veces muy extenso de la información. Más allá de esto, que logra corregirse hacia el final del film, Ernesto Sábato, mi padre no puede asegurar un foco de atención constante al espectador, ya que al menos son cuatro los tópicos sobre Sábato que desarrolla: su biografía, el proceso de escritura y Sobre héroes y tumbas , su labor político/social y su situación actual. El primero y el último de estos puntos se mezclan con cierta armonía en el conjunto, pero no puede decirse lo mismo del resto. Cuando se habla de Héroes y tumbas no puede esperarse un diálogo discreto sin la lectura de esta obra y su extensión puede derivar en aburrimiento. Pero claro, el resultado de la propuesta puede ser la toma de interés. Por otra parte, hay más de la trayectoria política de Sábato que aprender. Por ejemplo, no se menciona su relación conflictiva con el peronismo.
Refugiado en el carácter íntimo del film, Mario Sábato se refugia un poco en estos contrapesos, que, sin embargo, no son tales si se considera qué hubiera sido de este documental sin alusiones a la obra de Ernesto Sábato y a su devenir político, aunque las referencias sean escasas o, eventualmente también, excesivas.
El legado principal de Ernesto Sábato, mi padre es el de informarnos acerca de las cavilaciones y problemas (por ejemplo su personalidad casi obsesiva) de un artista y pensador que aun vive, refugiado en ese fragmento del conurbano, y de sus relaciones. Incluso, nos habla del futuro de este interesante personaje. Por otra parte, se recordarán momentos y personajes de antaño, como Raúl Alfonsín o la gran Mercedes Sosa, de quien se recoge un emotivo video junto al escritor, sobre el escenario y en el ámbito de su hogar.
Esta obra de Mario Sábato llega, por fortuna, a tiempo. Ernesto Sábato nació en 1911. Poner empeño en recordarlo antes de su deceso, aunque a una persona casi centenaria tiende a atribuírsele eternidad, es trabajar por una memoria menos forzada que la que viene luego, llena de laureles de gente que jamás supo quién pudo haber sido este hombre. No obstante, su permanencia está en los libros que ha escrito: no hay documental que pueda suplir su lectura.