Una ópera prima con varios aciertos
En su debut, el director sub 23 Iván Vescovo armó una suerte de historia caleidoscópica, con abundantes flashbacks, un montaje audaz y ángulos de cámara de alto riesgo, aunque a veces se tornan algo mecánicos.
Con los lógicos defectos y virtudes de una ópera prima, transcurre la historia caleidoscópica de Errata, del director sub 23 Iván Vescovo. Hay un fotógrafo a la usanza del David Hemmings de Blow Up de Antonioni, una ruptura, un encuentro casual con una chica, una nueva pareja, una desaparición, una tercera mujer, un libro y su edición única con la correspondiente errata, el blanco y negro del paisaje, las calles vacías, un profesor de literatura de por medio, y un secuestro.
La lista de acontecimientos y personajes es más extensa, pero el texto de ocasión es "El jardín de senderos que se bifurcan" de Borges, publicado en Sur a principios de los años '40. Desde allí podían elaborarse un par de presunciones sobre Errata: se trataba de un film rutinario sobre las relaciones entre el cine y la literatura o, por el contrario, las apuestas formales virarían hacia una película poco convencional. La respuesta es la segunda, y en ese punto Vescovo trabaja sobre el flashback, el corte audaz del montaje, el diálogo excedido en su literalidad, el ángulo de cámara de alto riesgo que coquetea con el manierismo.
En esa elección, la película agrupa historias y personajes, por un lado, sumamente atractivos, y por el otro, excesivamente descriptos como si fueran marionetas para la delectación exclusiva del joven cineasta. Como si se intentara rememorar a ciertos títulos de la Generación del '60, especialmente cuando Manuel Antín adaptó cuentos de Cortázar ("Circe"; "Cartas de mamá"; "El ídolo de las Cícladas"; "Intimidad de los parques"), la película fluctúa entre la originalidad de la puesta en escena y una serie de apuestas en lo formal que poco a poco la convierten en un material mecánico que termina asfixiado aun en sus propias virtudes.
En ese punto, algunas interpretaciones también resuenan por su literalidad (en especial, el bibliotecario que encarna Göetz) en oposición a la naturalidad de la pareja central (Woller y Docampo, en el caso de ella, confirmado otra vez que se trata de una gran actriz).
Pese a los reparos, una película como Errata siempre será bienvenida, y mucho más si fue concebida por un novel director.