La odisea interna
La fragmentación y el corte abrupto con la temporalidad presuponen desde un primer impacto visual la apertura a lo fantástico al hacerse de la multiplicidad de espacios una regla inquebrantable en el universo de Errata, ópera prima del joven Iván Vescovo que explora los límites de la ficción convencional desde la estructura de un policial, colmado de referencias literarias desde los nombres elegidos para cada personaje y mucho más todavía por anclarse en la obra de Borges El jardín de los senderos que se bifurcan.
Aquello que se bifurca en este opus no es otra cosa que la realidad, siempre marcada por el punto de vista del protagonista Ulises (Nicolás Woller) inmerso en una odisea tras la repentina desaparición de su novia Alma (Guadalupe Docampo), hecho que encuentra una explicación un tanto endeble en un posible secuestro cuya única manera de pagar el rescate es apoderándose de la edición incunable del libro de Borges editado por Sur para la cual existen coleccionistas –Federico D’elia y Boy Olmi en esos roles- dispuestos a vender a su propia madre con total de conseguirla.
El plan de una estafa en curso se descubre de manera original a partir de los equívocos en el accionar de los personajes o en el reguero de pistas falsas y no tanto que la trama meticulosamente siembra a un ritmo constante, donde también entran en juego las percepciones sobre los hechos y la obsesión cuasi enfermiza por ordenar un caos que se manifiesta con la yuxtaposición de planos de realidad.
La propuesta de Iván Vescovo deconstruye la idea de la errata como esa equivocación para darle un sentido de construcción de significado diferente, como si se tratara de un apartado autónomo que conduce hacia otra dirección y propone un atajo para desentrañar lo que a simple vista pareciera un error cuando en realidad no lo es.
En ese juego de vaciar de sentido el concepto también operan las diferentes percepciones sobre la realidad y desde esas percepciones la posibilidad de construir relatos paralelos –aquí el azar se desestima- en los que convive lo onírico con lo pesadillesco como suele ocurrir por ejemplo en el cine de David Lynch. Por momentos el horizonte se pierde en su propia búsqueda estética y desatiende quizás la historia pero nunca la abandona por completo, aunque el desequilibrio entre forma y contenido en Errata es notorio.
Guadalupe Docampo se destaca gracias a su fotogenia y a la forma desenvuelta con que encara los desafíos en sus personajes, sin atarse a estereotipos o poses, para así encontrar esa dosis justa de misterio que cautiva al no saber realmente hasta dónde controla su interpretación que mezcla esa fragilidad con frialdad de una manera imperceptible.
Las referencias literarias también forman parte de un juego que el propio Vescovo expone porque todas las características del policial se encuentran dispersas en este mosaico post moderno, que además construye su atmósfera cuando amalgama el blanco y negro de su imagen con la música de Bauer que irrumpe con intensidad en varias ocasiones en el marco de la pesquisa de Ulises y su odisea interna.