El director Xavier Dolan lleva a la pantalla grande una historia tan pequeña como universal, basada en la obra de teatro de Jean-Luc Lagarce. Es sólo el fin del mundo (Juste la fin du monde, 2016) es una película compleja y tensa de principio a fin.
Tras 12 años de permanecer lejos, Loui (Gaspar Ulliel) regresa a su casa para comunicarle a su familia que le queda poco tiempo de vida. La visita toma por sorpresa a su madre (Nathalie Baye), a sus hermanos (Vincent Cassel y Léa Seydoux) y a su cuñada (Marion Cotillard). Pero principalmente, genera que reaparezcan todas las asperezas que provocó la distancia.
Tensión, poco diálogo y la necesidad que aparecerá en el público de que se aclaren las situaciones, hacen de Es sólo el fin del mundo una película interesante y realista. Las emociones están a flor de piel y algunas escenas son claustrofóbicas. Tanto, que los personajes parecen cegados por lo que sienten y prefieren optar por la negación. Quizás porque es menos dolorosa que enfrentar lo que sucede.
Las actuaciones son excelentes. En todo momento se traslada la tensión que existe entre los protagonistas a través de las miradas y las eternas pausas en los diálogos.
Dolan elige conmover con sensaciones de una manera formidable. Lo logra, pero el espectador puede llegar a involucrarse tanto que el resultado no termina siendo el mejor.