Volver
Desde hace ya algunos años las obras del dramaturgo francés Jean-Luc Lagarce han cobrado notoriedad por sus historias desgarradoras, sus conversaciones imposibles y la aproximación a una esencia sobre la incomunicación en la que los seres humanos vivimos. El joven director canadiense Xavier Dolan (Mommy, 2014) retoma el trabajo de Lagarce para ofrecer una visión personal y claustrofóbica de la obra mediante primeros planos que buscan los detalles de cada gesto para crear un sentido vehemente y remarcar, a la vez, la imposibilidad de expresar las emociones discursivamente.
Louis (Gaspard Ulliel) es un escritor con una enfermedad terminal que regresa tras más de una década de ausencia al hogar familiar para reencontrarse con su familia. Casi toda su vida adulta ha vivido en Europa, alejado de su familia, pero la necesidad de comunicarles la noticia a su madre y sus hermanos le ha impulsado a regresar a Canadá.
Con su llegada, la familia queda revolucionada. Su hermana menor, Suzanne (Léa Seydoux), lo idolatra y busca tanto su aprobación como establecer por primera vez una relación con su hermano ausente desde que era una niña. Antoine (Vincent Cassel), su hermano mayor, de mal carácter, no puede perdonar que Louis se haya ido y menos aún que desee volver y reencontrarse como si el tiempo no hubiera pasado. La esposa de Antoine, Catherine (Marion Cotillard), intenta entablar conversaciones y conocer a Louis, pero su marido desata su cólera cada vez que ella lo intenta. Su madre (Nathalie Baye), por su parte, está encantada con el regreso de su hijo e intenta por todos los medios unir a la familia en este importante acontecimiento filial. Sin embargo, el resentimiento entre todos los hermanos es demasiado grande.
El recibimiento no es como Louis esperaba y las demandas de cada uno de sus familiares, que buscan su aprobación, su amistad, su cariño o su desprecio, le impiden informarlos sobre su enfermedad para convertirse en un receptáculo de todas las ansiedades, las esperanzas y los problemas de la familia.
Con actuaciones brillantes de todo el elenco, Es Solo el Fin del Mundo (Juste la fin du monde, 2016) construye un relato sobre la comunicación -o su imposibilidad- en un ambiente de encierro, de falta de luz y de incapacidad de escuchar al otro. Los personajes nunca abandonan ni por un segundo su rol de enunciadores y Louis es acorralado como receptor casi sin darse cuenta ni poder impedirlo.
Dolan, que es un excelente director de actores, adapta la obra teatral con severidad, creando una obra de gran emotividad con escenas desesperantes que indican el anhelo de una familia quebrada. La fotografía de André Turpin (Incendies, 2010) se pone al servicio de la búsqueda de la incomodidad, de emociones contenidas por mucho tiempo que exigen una descarga. Al igual que en su último film Mommy, el realizador de Quebec dirige un film que pone al espectador ante un océano de sensaciones que golpean como olas y navegan hacía un abismo sin sentido mientras el mundo se termina.