Amor y Códigos. Crítica de “Esa Mujer” de Zhangke Jia.
Es 2001, y la joven Qiao está enamorada de Bin, un jefe de la pequeña mafia local en Datong. Luego de un incidente con un arma de fuego, Quiao es condenada a cinco años de cárcel, ocultando que el verdadero responsable fue Bin. Por Bruno Calabrese
El director Zhange Jia (“Naturaleza Muerta”, “Un Toque de Violencia”, “Las Montañas deben Partir”) vuelve tras tres años de ausencia. Presentada en el festival de Cannes 2018, “Esa Mujer” narra la historia de una mujer en medio de un entorno regido por los códigos de honor, lealtad y traición con que se rige el inframundo del “jianghu”, donde se juntan los fuera de la ley con los marginales.
El film está narrado bajo una estructura temporal dividida en tres (2001, 2006 y 2018). En la primera parte, situada en el 2001, cuenta la historia de Qiao (Zhao Tao) quien está completamente enamorada de Bin (Liao Fan). Bajo su ala goza de un liderazgo especial por sobre todos los demás hombres pertenecientes al clan. En consonancia con su amor, Bin le atiende todos su caprichos. Ambos dirigen una pequeña organización jianghu en Datong que incluye un local de comida y juegos además de algunos negocios ilegales. Después de un ataque contra Bin, él y su novia van presos. Qiao carga con las culpas de Bin y pasa varios años en la cárcel. Cuando ella sale de la cárcel, cinco años después la película pega un giro de un film clásico de gangster a transformarse en un melodrama de amor dentro de un espectro femenino.
La segunda parte, situada en 2006, es una especie de road movie donde veremos como Qiao se relaciona con su entorno, en soledad, ya que Bin no quiere verla más porque tiene novia nueva. Para llegar a encontrarse para que se lo diga de frente inicia un recorrido en lancha por el río Yangtze, un paseo por Yichag y un viaje en tren que muestran una China en constante mutación. Hasta llegar al momento de encuentro entre ellos dos, en una hermosa escena en una vieja habitación de hotel.
En la tercera parte del relato, Bin vuelve a Datong. El paso de las décadas cambió la fisonomía del lugar, ahora rodeado de modernos edificios. Lo que sigue permaneciendo igual es el mundo de rituales barriales del comienzo.
Los saltos temporales, siempre marcados por una situación bisagra entre la pareja es la fórmula que eligió el director para reflejar las transformaciones sociales, culturales y técnicas del gigante asiático. Una tragedia de amor, sobre una mujer fuerte, comprometida y fiel, que resiste estoicamente los desplantes de un hombre difícil e inmaduro. Una mujer que, aunque sus sentimientos hacia Bin cambian con el paso del tiempo, maneja mejor los códigos jianghu que los hombres que lideran el clan o pertenecen a el.
Puntaje: 80/100.