Esa mujer es una tragedia sobre el amor, pero también sobre los cambios culturales del gigante asiático, a lo largo de varias décadas.
Qiao está enamorada de Bin, juntos regentean algunos negocios mafiosos en la ciudad de Datong. En un incidente de jianghu (tal es el nombre de grupos al margen de la ley), Quiao se autoinculpa de ser la dueña de un arma ilegal involucrada en ese conflicto y va a parar cinco años a la cárcel. Cuando sale, la vida de ambos será muy diferente.
El film está estructurado en tres tiempos (2001, 2006 y 2018) que ubican a los protagonistas, en un principio, como piezas en una película de gánsteres y luego como dos seres involucrados en un profundo melodrama que juega a la lealtad y a la traición. Y que demuestra cómo a veces se puede ejercer el poder y en otro momento pasar a ser nadie.
Seguimos la introspección en los viajes y vicisitudes de una mujer que es, a su vez, reflejo de un país con millones y millones de habitantes, en el que se hace difícil ver lo pequeño, cuando todo es a gran escala. Pero el director de The world y Lejos de ella lo consigue haciendo foco en los trabajadores, en sus rostros, en la cara de los mineros, de los mafiosos, de los que van a ser reubicados por la construcción de una represa hidroeléctrica que transformará un paisaje y muchas vidas. Porque transformación y cambio es lo que motoriza su cine, metáfora de las mutaciones culturales de China en los últimos años.
Una mujer en un mundo de hombres que Zhangke aprovecha para ostentar guiños a su propia filmografía, con su esposa y actriz fetiche como protagonista. Una mezcla de los personajes que Zhao Thao interpretaba en Unkwon pleassures y Naturaleza muerta, además del imponente paisaje de la represa de Tres Gargantas, los pueblos mineros, las ciudades iluminadas por neón y los trenes interminables.
Esa mujer conjuga lo íntimo y lo social bajo la mirada de uno de los directores más interesantes del cine contemporáneo.