En una semana con varios estrenos de documentales nacionales, coinciden dos con la misma temática. El desmembramiento familiar a causa de una guerra europea, en el que parte de esos integrantes deben huir y muchos optan como destino a la Argentina.
Lucía Ruiz, con su ópera prima, nos introduce en su ámbito y nos permite que la acompañemos en la aventura de reamar frente a cámara un rompecabezas complejo, que es el árbol genealógico de la familia paterna.
La misma directora, con la voz en off, le habla a su fallecido abuelo Pepe, quien vino a nuestro país cuando estalló la Guerra Civil Española. Esta modalidad narrativa actúa como el eje del relato y llevar un orden, porque entrevista a parientes, a su padre en varias ocasiones, viaja a Europa dos veces donde encuentra, reencuentra y conoce también a distintos familiares que se quedaron en el viejo mundo.
El apoyo de su padre es fundamental para encarar esta travesía, lo mismo que tener guardadas viejas fotos y videos. Todos los elementos que descubre los vuelca en la película.
Es su manera de darle una nueva vida y reordenar la estructura parental. Saber lo más posible de sus ancestros, directos e indirectos. Sacarse todas las dudas que tiene porque está ávida de recabar informaciones y, por qué no de algún chisme valioso también.
El documental, pese a disponer de muchas piezas vivas y abundante material de archivo, no alcanza a sensibilizar y lograr una empatía con el espectador. Es muy descriptivo, la música no ayuda y la frialdad se percibe.
Seguramente a Lucía Ruiz esta filmación la habrá movilizado sentimentalmente, pero el traspaso a la pantalla grande no resultó del mismo modo. Ella transitó un camino muy personal para saciar su necesidad de conocer y comprender mucho mejor como fue su pasado, para estar bien preparada para el futuro y que no la agarre desprevenida.