LA ENCANTADORA FÓRMULA DE MULDOWNEY
En Escalera al infierno encontramos aún otro caso de traducción de títulos que eliminan cualquier rastro de sutileza que podía tener el nombre de la película originalmente. The cellar, cuyo significado en español es simplemente El sótano, narra un relato clásico de terror sobrenatural y, aunque introduzca algunos adornos en el guion para diferenciarse del océano de producciones similares que se estrenan cada año, respeta casi a rajatabla la mayoría de los momentos de este tipo de largometrajes. Desde la premisa ya queda clara la filiación: la hija de la protagonista desaparece misteriosamente en el sótano de la casa, en donde acecha una fuerza sobrenatural y oscura.
El guion agrega un elemento externo: vincula el verosímil de los sucesos fantásticos a una serie de conceptos relacionados a fórmulas matemáticas, la alquimia, el ocultismo, el satanismo y la interdimensionalidad. Sonará todo esto, algo rebuscado para una película, como decimos, tradicional en su planteo. Hasta cierto punto lo es. Pero no deja de resultar interesante ver cómo la trama intenta introducir estas cuestiones en la forma de un enigma que los personajes deben resolver. Las referencias a otros tipos de conocimiento y poder anclados a un folklore que remite a edades pasadas es un instrumento fiable en la construcción de mundo, si lo que se quiere es establecer la presencia de un mal antiguo. Sin embargo, este palabrerío tal vez suene grandilocuente para lo que termina realmente mostrándonos Escalera al infierno que, cuando debe armar el rompecabezas, desplegar ese mythos en su narrativa, no lo hace de forma descollante.
A pesar de todo esto, o un poco a causa de ello, la película de Brendan Muldowney resulta honesta y, aunque pueda sonar mal, hasta simpática. A diferencia de otras obras del estilo que no hacen más que yuxtaponer una serie de artificios envejecidos y echar mano de tramas de manual, Escalera al infierno intenta introducirnos, mediante sus planos, su trasfondo y algunas decisiones de producción dignas de festejarse, a un universo propio. Pero, lo que es más importante, lo hace desde una actitud lúdica, sincera, lo cual se refleja sobre todo en un final (disculpen el término poco adecuado) más que encantador.