IMAGINACIÓN LIMITADA
La primera entrega de Escalofríos era una película bastante atendible, que sabía leer buena parte del imaginario creado por la saga literaria de R.L. Stine y aplicarlo al espectro cinematográfico con fluidez, con un relato donde la autoconsciencia del material original era productiva y no meramente reproductiva. El resultado era un film que poseía ligeros pero pertinentes toques de suspenso y terror, aunque en esencia era una aventura familiar fantástica, con personajes bien diseñados y un Jack Black como la perfecta encarnación de Stine.
Por lo que había generado la primera parte era que se podían tener expectativas razonables con Escalofríos 2: Una noche embrujada. Sin embargo, lo que se ve es decepcionante: un film con un desarrollo argumental digno de un directo a DVD –en el peor sentido- aunque con un nivel de producción un poco más decente. Hay una especie de repetición del esquema original, con dos jóvenes amigos descubriendo un libro que le da vida a un muñeco de ventrílocuo, que a su vez tiene sus propios planes para darle rienda suelta a un conjunto de criaturas monstruosas en plena Noche de Brujas. Y si esa repetición ya implicaba riesgos de agotamiento de la fórmula, ninguno de los personajes trae algo mínimamente original o atractivo.
Durante los primeros minutos, Escalofríos 2 amaga con ser una comedia familiar decente, aprovechando lo que aportan los talentos de Wendi McLendon-Covey, Chris Parnell y Ken Jeong en roles de reparto. Sin embargo, cuando tiene que empezar a trabajar con la materialidad de la aventura, lo fantástico y lo desconocido, toma una gran cantidad de decisiones equivocadas, cayendo en arbitrariedades varias, acumulando estereotipos y recurriendo a chistes tan fáciles como poco efectivos. Además, a la puesta en escena le falta vigor, movimiento y dinamismo, con lo que la película va deshilachándose progresivamente, y ni siquiera la breve aparición de Black retomando su papel de Stine la salva.
La decepción que es Escalofríos 2 se profundiza aún más si tenemos en cuenta quién está detrás de cámara: Ari Sandel había tenido un muy buen debut con The DUFF y su siguiente film, Cuando nos conocimos, aún con sus fallas, no dejaba de ser interesante. En ambas películas el realizador había evidenciado cariño y atención por los personajes, lo que compensaba fallas narrativas o situaciones redundantes. Sin embargo, en Escalofríos 2 ese cariño no llega a aparecer en la dimensión requerida, porque todo parece hecho en piloto automático, sin imaginación ni personalidad. En consecuencia, solo queda una secuela redundante e incapaz de generar empatía, donde lo que se impone es el aburrimiento.