Para divertirse y asustarse bien
Antes de que empiece la aventura fantástica en la que los héroes -y todo el pueblo de Madison, Delaware- se ven asediados por una multitud de monstruos de pesadilla que emergen de los libros con historias imaginadas por un escritor ermitaño, Escalofríos ha mostrado ya sus credenciales, sus fundamentos, su programa: personajes que se presentan a gran velocidad, sostenidos por diálogos y pequeñas situaciones certeras, que arman una propuesta de gran acento narrativo. Salvando las distancias, Escalofríos sigue la tradición "spielberguiana" de los ochenta; es justo apuntarlo cuando se estrena el mismo día que Puente de espías.
Humor, rapidez, lucidez para saber la tradición que se defiende: por gracia y por respeto a la fascinación por el susto y la aventura, estamos aquí más cerca de Los Goonies que de Harry Potter. (Se aclara que esta crítica se hace a partir de la versión en inglés subtitulada, no se ponen las manos en el fuego por la continuidad de la gracia, la fluidez y el brillo de la propuesta luego de la intervención del doblaje.)
El adolescente Dylan llega al pueblo desde Nueva York, acompañando a su madre, que se muda allí por una oportunidad laboral (y para huir del peso de su reciente viudez). En la casa de al lado hay una chica hermosa que vive con su padre, que intenta espantar a cualquiera que se acerque a ellos. Se trata de un escritor, de gran éxito, de libros infanto-juveniles llamado R. L. Stine, personaje basado en el homónimo escritor real, de gran éxito, de libros de susto infanto-juveniles. Stine, nacido en 1943, es considerado algo así como un Stephen King de temas infantiles, con tratamientos menos macabros, y de esa conexión surge también un chiste.
Película de sabiduría tan modesta como permanente, Escalofríos narra con regocijo una noche de aventuras en la que hay que escapar y también combatir monstruos diversos y abundantes: gnomos enardecidos, un muñeco de ventrílocuo, una mantis gigantesca, zombies y un largo y colorido etcétera. El timing de la edición, los diálogos que huyen de la profundización temática y emocional y la convicción de que los chicos sólo quieren divertirse -y asustarse un poco- dan forma a la primera muy buena película dirigida por Rob Letterman (El espantatiburones, Los viajes de Gulliver, Monstruos vs. Aliens). Escalofríos sabe que, tanto o más que la acción y la aventura, es importante que cada querible personaje tenga la oportunidad de moverse y divertirnos -en su noble acepción de distraernos- entre los chistes y los sustos.