Hay películas que son redonditas. Esta es ovalada, casi redonda. Es una comedia de terror cercana a Gremlins, a Cazafantasmas o incluso a Una noche en el museo. Hay un escritor de novelas de terror, hay un accidente y hay tres adolescentes que liberan a los personajes de los libros en el mundo real, y el combate es humor y susto y aventura. Todo corre con buen suspenso y buena dosificación de lo divertido en la primera mitad del film, con gags mostrados con el timing justo. Aquí viene el “pero”: en algún momento el desmadre calculado se desmadra más allá del juego: el realizador Rob Letterman (mediano, muchas veces mediocre, aquí certero), hace alguna de más. Pero en general la película cumple con la idea de que reír y asustarse es lo mismo en el cine, que los mecanismos sorpresivos que derivan en el temblor o la carcajada son los mismos. Y Jack Black, además, está en su jugo, recuperando la capacidad cómica que muchas veces se disuelve en films que no están a su altura. Un acierto, un poco de frescura en el caldo demasiado frecuente de los estrenos de las últimas semanas.