Escalofríos

Crítica de Martín Torres - Fuera de campo

Aquellos que éramos niños o adolescentes en la década del noventa recordamos con nostalgia tanto los libros como la serie de televisión Goosebumps (Escalofríos). No importa si nos gustaba o no, pero tanto las tapas de los libros con sus dibujos tan particulares, coloridos y llamativos, como la serie que parecía de bajo presupuesto, tenía un elemento hipnótico que nos llamaba a consumir todos sus episodios.

La adaptación cinematográfica tiene el mismo target que tenía en los noventa, pero con lo que parece ser un pequeño problema. Esa generación de niños ya no son niños y los de ahora no consumen ese tipo de productos. Con esos dos problemas en contra, la película protagonizada por Jack Black solo tiene una escapatoria. Un buen guión. Y felizmente lo tiene.

A pocos minutos del inicio, el director Rob Letterman fija el tono de la película que avanza a razón de pequeños pero efectivos toques de humor y situaciones fantásticas que atrapan desde el primer instante. Los monstruos no se hacen esperar e inundan la pantalla desde muy temprano. De golpe, para aquellos que leímos o vimos la serie televisiva, se nos presentan un sinfín de criaturas que ni creíamos recordar, pero sin embargo, allí están. Y Escalofríos, no es solo para memoriosos y fanáticos, aquellos que conozcan por primera vez al muñeco maldito Slappy, el chico invisible, el abominable hombre de las nieves (de Pasadena) y los gnomos de jardín (entre una lista interminable de muchos otros más) sucumbirán ante el atractivo de verlos complotar a todos juntos contra los héroes de turno. Lo curioso es que salvo el villano principal, o el monstruo "más malo" que no revelaremos quien es, la historia no tiene tiempo para explicar el origen de cada uno de los monstruos ni de tratarlos de forma individual, pero aun así disfrutamos de cada fotograma de ellos en pantalla.

El guión funciona al punto tal de que a pesar del interminable desfile de personajes extraños, el final anunciado y la historia tan tópica de los dos adolescentes protagonistas enamorados, el espectador logrará mantenerse pegado a la butaca durante los casi 100 minutos de metraje con una sonrisa de oreja a oreja.