El lado oscuro de la vida
La nueva película del director de El Ganador (The Fighter, 2010) y El lado luminoso de la vida (Silver Lining Playbook, 2012) es un amargo retrato social de Estados Unidos, el revés de la tierra del sueño americano. Grandes actuaciones para un film interesante, pero menor.
David O. Russell ha logrado convertirse en uno de los realizadores más alabados por la crítica. Y méritos no le faltan. Hay en sus films una mezcla perfecta entre espíritu independiente y factura mainstream, ambivalencia que ha asumido con destreza. Su estética conserva una pátina del cine de los ’70, pero al mismo tiempo su sensibilidad es profundamente contemporánea. En Escándalo Americano (American Hustle, 2013) hay muy buen cine, pero también cierto regodeo cool que le resta efectividad al relato.
El film narra una historia de estafas basada en un caso real que aconteció hacia finales de los ‘70. Pero también es un estudio sobre la codicia, la corrupción en las altas esferas, el sentido de la familia en una sociedad materialista, el deseo como motor de la autodestrucción, el revés del tan mentado sueño americano. Russell se interna en el círculo íntimo de Irving Rosenfeld (estereotipado Christian Bale), un estafador que junto a su socia y amante (excelente Amy Adams) es descubierto por un agraciado agente del FBI (Bradley Cooper) y obligado a cooperar con un plan de desbaratamiento mucho mayor. Al mismo tiempo, la inestable esposa de Rosenfeld (Jennifer Lawrence) se transforma en la mayor amenaza para él y “los suyos”. El principal problema de la película es que, avanzado el relato, los temas más arriba apuntados se notan; es evidente que [#Persona,4228.Russell] aspiraba a la ambición y, en cierta medida, la misma historia lo dejó un poco corto.
Pese a ello, lo que consigue el director no es menor: haciendo gala de su conocimiento de las herramientas del cine (en varias secuencias, al borde del regodeo) nos interna en este sub-mundo, con la capacidad de ofrecer un elenco de alto nivel interpretativo y haciendo foco en la psicología de cada personaje. Tal vez el gran relato de Russell sea la integración familiar, siempre al borde del resquebrajamiento. Pese a los desmadres del caso, todos queríamos ver a la familia “del campeón” feliz e integrada en El Ganador; al igual que en El lado luminoso de la vida, en donde más allá de los gritos y neurosis varias el espectador terminaba bogando por una segunda oportunidad para la pareja protagónica (sin saber muy bien cuánto tiempo podría funcionar esa unión). Escándalo Americano entra en esa línea. No es una gran película, es una obra “menor” magnificada por las modas y la temporada de premios. Pero supera holgadamente la media del cine americano actual.