Cierre de la trilogía del retazo.
Escándalo Americano es una película de retazos, como lo es casi todo el cine de David O. Russell. Narrativamente sus historias suelen empastarse, como sucede aquí, en este cuadrado de personajes unidos por la codicia y (otra vez sopa) “el sueño americano”. Lo interesante es que parece haber algo más, en la superficie se siente que Russell tiene más interés por las conexiones entre sus personajes que por la trama, de ahí que la placa de “algunas de estas cosas sí sucedieron” sea lo primero que vemos. La necesidad es lo que teje la unión de sus personajes, como sucedía también en The Fighter y en El Lado Luminoso de la Vida.
Precisamente desde The Fighter, Russell es el mimado del ala más conservadora de Hollywood, es la apuesta para mantener viva la idea del cine clásico estadounidense, ya lo hicieron con Ron Howard: lo llenaron de premios, de presupuestos fastuosos pero se equivocaron, su cine nunca superó la mediocridad. La realidad concreta es que para las recientes nominaciones de los Oscar, Rush fue ignorada por completo, la confianza se rompió. Russell es el que llega para mostrarse como un director que hinca en conflictos familiares pedregosos o en temáticas sensibles de una manera particular. La cualidad estilística de sus films es un conglomerado de otros cines. Escándalo Americano tiene un poquito de Scorsese, en los zooms y paneos violentos a corta distancia, también algo de esa narración que P. T. Anderson suele esconder en una trama autoral (confundida a menudo como inconducente).