Con una impactante recreación de época, David O. Rusell concretó una gran película con la ayuda de un excelente conjunto de actores. La trama abordada en “Escándalo americano”, excesivamente compleja en sus detalles, resulta simple en su proposición: se trata de una cadena de trampas urdidas por tramposos profesionales. El comienzo de la historia muestra a una pareja integrada por quienes aparentan ser los animadores centrales de la película. Pero al promediar el relato se agregan personajes que suman riqueza al filme y que se convierten en excelentes muestras de composición e interpretación actoral (Jennifer Lawrence, Bradley Cooper). Un estafador que se enamora de una bailarina y deja a su mujer, son los primeros nudos de un complejo tejido de charadas que terminará involucrando al FBI, políticos y a la mafia. Más allá de la historia, quizá lo más impactante del filme se centre en un puñado de escenas que revelan la acertada mano del director en su factura y la calidad profesional de los actores que resaltan un oportuno casting, rubricado por las excelentes performances de Christian Bale y Amy Adams. Con un tono dramático moteado por situaciones propias de la comedia ligera, la película es un fresco de los años 70 pintado con los colores que la cinematografía americana utiliza para criticar un sistema que, cuarenta años después, sigue defendiendo con uñas y dientes.