Un thriller que capta el interés
Con tres Globo de Oro ganados y diez nominaciones a los premios Oscar de la Academia de Hollywood, la película de David O. Russell tiene argumentos para esos merecimientos.
Ya cuenta en su haber con la conquista de tres Globo de Oro -mejor película en su género, mejor actriz para Amy Adams y mejor actriz de reparto para Jennifer Lawrence.
Competirá, en la próxima edición de los premios Oscar, con diez nominaciones, incluidas de las de mejor película, director, y actores y actrices protagónicos y de reparto para Christian Bale, Adams, Bradley Cooper y Lawrence, respectivamente.
Vaya a saber por qué razón quedó fuera de este grupo de posibles laureados Jeremy Renner, un actor que ya demostró su pericia en Vivir al límite (2008), de Kathryn Bigelow -nominado a los premios de la Academia de Hollywood como mejor actor-, o en Atracción peligrosa (2010), de Ben Affleck -candidatura por mejor actor de reparto-; y que en Escándalo americano se mantiene a la altura de un elenco magistral en su desempeño.
Sucede que, del primero al último de sus integrantes, del bolo a la actuación especial-como es el caso de un Robert De Niro que maneja el personaje de mafioso al dedillo-, han sido colocados por el director en el momento, lugar y tono justos en un guión construido como una caja china.
El filme, en su totalidad -los aspectos técnicos también son plausibles por su cuidado-, no tiene desperdicio. Así que, simple y llanamente, vale verlo.
La acción se sitúa en 1978, y un subtitulado inicial advierte que sólo parte de los hechos son reales. Porque en verdad se trata de un relato de ficción inspirado en una de las investigaciones más resonantes que desarrolló el FBI y que destapó, en 1979, hechos de corrupción que salpicaron a congresistas de Estados Unidos.
La película cuenta la historia de un brillante estafador Irving Rosenfeld (Bale) quien, no obstante su habilidad, es tan inteligente como para mantenerse en el límite de la legalidad, el sitio exacto donde los riesgos le permiten hacerse de un importante margen de dinero a costa ajena, pero no ponen en juego su familia ni su vida.
Tiene mujer, Roselyn (Lawrence) y un hijo de ella adoptado; regentea tres tintorerías y hace negocios con arte -falso, claro- y siquiera por su socia y amante Sydney Prosser (Adams), un alma gemela que comprende sus acciones y motivos, pone en juego el estatus de hombre de familia.
El conflicto surge cuando Irving y Sydney son atrapados por el agente federal Richie DiMaso (Cooper), ambicioso hasta la desesperación, quien procura escalar en su trabajo logrando un gran golpe al crimen de guantes blancos.
A cambio de liberarlo y a su amante, DiMaso obliga a Irving a enseñarle los "secretos del buen estafador" y ponerle en bandeja posibles criminales. Pero tan improvisado y descontrolado es su hacer que no repara en meterse con políticos y mafiosos, involucrando al alcande de New Jersey, Carmine Polito (Renner), quien recuperó el distrito legalizando el juego y los casinos.
Seguir el tránsito de los personajes por esta historia es una experiencia que al espectador lo entretiene y desafía, a la vez de moverlo a la reflexión acerca de aspectos que resultan absolutos hasta tanto alguien se atrave a a correr algunos parámetros que los vuelven relativos.
También habla del poder, de quien lo desea y quien en verdad lo detenta, bajo un código propio e interno.