American Hustle, la invención de la mentira
Cuando hablamos de “la invención de la mentira” para referirnos a American Hustle lo hacemos para resumir al film en dos niveles: uno el de su historia, y otro el del trabajo de David O. Rusell como guionista y director. La historia de American Hustle (Escándalo Americano? Quién? Cómo? Cuándo? Dónde? Bueno, no, no, no y no) es la clásica y mil veces repetida historia de un círculo de estafadores estafados.
Dos amantes, Irvin Rosenfeld (Christian Bale) y Sydney Prosser (Ammy Adams), encuentran la fórmula casi perfecta para ilusionar y sacarles plata a las personas, hasta que el FBI les tiende una trampa y los extorsionan para que atrapen en sus puestas en escenas a políticos que “pudren” a Estados Unidos. Dos triángulos amorosos complican a ambos polos, obligándolos a poner todas las cartas sobre la mesa y apostar por la mejor jugada.
Contextualizada en los años 70, época que justifica el protagonismo de la ropa (¡LOS ESCOTES DE AMMY ADAMS!) y la creación de las mentiras y el disfraz para sobrevivir, la lógica de la película se auto justifica. Sin embargo, acá no hay magia cinematográfica que justifique ¡10! nominaciones al Oscar (solo las de Jennifer y Ammy, pero por mérito propio y no por cuestiones de dirección). A esto le llamamos “La invención de la mentira” de David O. Russell, quién proyecta lo aprendido de los grandes directores y de aquellos títulos con tramas similares que suelen estar en boca de todos y que en su momento definieron y justificaron al cine como arte. Y así es como O. Russell se metió otra vez a Hollywood en su bolsillo: copiando, pero que no se note (o que embobe).
Estafas al estilo Ridley Scott (American recuerda mucho a Matchstick Men y a nuestra Nueve Reinas), mafiosos con sello de Scorsese (Goodfellas) y algo de boogie marca P. T. Anderson (Boogie Nights). También algo de Argo. Simplemente readapta varias fórmulas que disfrazan a American Hustle de buen cine. Sumado a que el director reúne a los favoritos y los actores debilidades de Hollywood de los últimos cinco años, más algún que otro número musical memorable y una gran transformación (Bale se expone con una imagen contraria a la de The Fighter, pero ni cerca llega a aquella calidad actoral), el director de Silver Lining Playbook grita “excelsior” y le vende el buzón a la Academia de cine como un ganador.
No hay nada nuevo que O. Russell le aporte al cine, dejando a un costado el perfil psicótico y sexy de Jennifer Lawrence y el gran acento británico de Ammy Adams, quienes casualmente son estas actrices quienes sostienen el film. Saquemos a ambas de la pantalla y veamos cómo la ilusión de la denominada “la última obra maestra de David. O Russell” se cae a pedazos.
Procesar la primera hora de American Hustle sería mucho más fácil si supiéramos, o si David O. Rusell admitiera por adelantado, que tanto Irvin como Sydney tienen mucho de su proceso “creativo” a la hora de mostrar esta puesta en escena. Pero no, porque mientras las expectativas que teníamos van desapareciendo, sabemos que David O. Russell, sin toda esta parafernalia de American Hustle, ha logrado mejores films como Silver Lining Playbook (2012), The Fighter (2010) y Three Kings (1999), que en su momento, también nos metieron en su bolsillo.