Stallone y Schwarzenegger escapan de prisión
En lo que va de duplas cinematográficas, Sylvester Stallone y Arnold Schwarzenegger deben ser el dúo más famoso jamás no conformado. Ambos se erigen como tótems del irreverente cine de acción de los ‘80s. Sus carreras son dos grandes franquicias en paralelo que no se cruzaron hasta Los Indestructibles (The Expendables, 2010), y aún entonces la película fue más una medida conciliatoria que el duelo de talentos que cierto público ansiaba. Escape imposible (Escape Plan, 2013) va por ese mismo público y le da exactamente lo que quiere.
Ray Breslin (Sylvester Stallone) es un hombre que hace carrera de infiltrarse en prisiones de alta seguridad, fugarse espectacularmente y enseñarle a sus carceleros los puntos débiles que tienen que mejorar. ¿Quién elige pasar la mayor parte de su vida en prisión? El salario es astronómico, pero Breslin tiene motivos ulteriores. A sus puertas llega una nueva oferta, esta vez de la CIA: infiltrarse anónimamente en “La Tumba” y escapar en el nombre de perfeccionar las medidas de seguridad de la prisión.
Ocurre que la manera de introducir a Breslin a su trabajo requiere que sea secuestrado y picaneado en la vía pública, subido a un helicóptero desde dónde otros prisioneros son lanzados a su muerte y finalmente encerrado en un centro clandestino de detención cuya ubicación es un misterio hasta para los colegas de trabajo de Ray: es secreto, es ilegal y está sancionado por la CIA. En el centro, Ray pierde su nombre y su identidad, y pasa a ser víctima de torturas sádicas y absurdas que llevan a cabo carceleros enmascarados. Si no esperásemos algún tipo de catarsis balacera al final, pensarían que es una película sobre la dictadura. La presencia conjunta de Stallone y Schwarzenegger hace que se asemeje más a una farsa que una historia comprometida, lo cual es afortunado para la película y desafortunado para el tema.
En la prisión Ray conoce a Emil Rottmayer (Arnold Schwarzenegger, jovial, barbudo y por primera vez hablando en alemán en la pantalla grande). Intercambian trompadas, se amigan y deciden cooperar juntos para escapar de La Tumba. Pasan gran parte de la película encorvados, discutiendo el plan de escape intensamente. Son objeto de tortura personal del alguacil de la prisión, Hobbes (Jim Caviezel), que ha de ser ridículamente malvado por escuchar música clásica y disecar lepidópteros en su tiempo libre, y su sádico mano derecha Drake (Vinnie Jones en el papel de Vinnie Jones). Son villanos tan monótonos como caricaturescos.
Escape imposible comienza como una película de fuga interesante, pero cuando tus prisioneros son Stallone y Schwarzenegger, ¿cuánto tiempo puede pasar hasta que saquen las 9mm y comiencen a volar la cárcel y sus carceleros en pedacitos? El plan es meticuloso (y ayudado por una improbable buena suerte) hasta que llega el tercer acto y se convierte en una película de acción regida exclusivamente por los clichés de las películas de acción, a los cuales estaba más o menos destinada desde un principio. El tráiler no miente al respecto, y es lo que la audiencia espera de sus héroes a fin de cuentas. La película se sirve de la inagotable energía de sus protagonistas, y la tosca química que mana de sus torpes interacciones en la pantalla.
Siempre habrá mejores películas de prisión y de fuga de prisión, mejor actuadas, más deprimentes, con escenas memorables, hechas con auténtica furia. Escape imposible quiere ser la película en la que Stallone y Schwarzenegger se conocen en prisión y deciden escapar, y eso es exactamente lo que hace.