La fuga hiperbólica
Sylvester Stallone y Arnold Schwarzenegger fueron rivales de taquilla por los 80’s y buena parte de los 90’s, vieron sus carreras desbaratarse por la selección de proyectos muy malos y un cambio en el paradigma del cine de entretenimiento masivo de Hollywood entre la segunda mitad de los 90’s y comienzos del nuevo siglo, y desaparecieron de nuestra mirada casi por el mismo período de tiempo y en la misma época aunque por motivos diferentes (mientras Schwarzenegger se dedicó a ser gobernador, Stallone seguía sin dar pie con bola y era casi un elemento anómalo dentro del cine). Pero Arnold dejó la política y en el camino Stallone tuvo un regreso particular, a caballo de sus dos sagas fundamentales: Rocky y Rambo. No sólo las protagonizó, sino que además las dirigió. Y a cada una le incorporó elementos refundantes. Con Rocky Balboa nos dijo que la vejez es un lugar muy atractivo para lo lúdico; con Rambo – regreso al infierno, que la sangre del pasado debía actualizarse pero podía tener un elemento paródico y autoconsciente que la libere de algunos pecados. Ese binomio fue indispensable para lo que luego fueron Los indestructibles, pero tanto más para que Sylvester y Arnold demostraran que todavía tenían algo para decir y público en las gateras dispuesto a ver sus aventuras en la pantalla.
Está claro, sin la tozudez emotiva de Stallone, ninguno de los dos podría disfrutar de este renacer en la pantalla grande cuando están llegando a los 70 pirulos: a Arnold, que siempre fue más inteligente que su colega, lo vimos este año disfrutando de la pirotecnia coreana de Kim Jee-Woon en la muy divertida El último desafío. Los dos son, básicamente, animales de la pantalla, tienen presencia, gracia, han sabido construir sus respectivos personajes y un carisma especial. Y esa tozudez de Sly, que los lleva a ambos a la superficie, es un poco inconscientemente el subtexto de Escape imposible, la primera película que los pone a compartir protagonismo, aunque está claro que se trata de una de Stallone en la que Schwarzenegger participa. Escape imposible es una de fugas carcelarias, y si ustedes han visto alguna de este subgénero sabrán que las prisiones del cine son inexpugnables pero siempre presentan fallas, que los guardias son seres atroces, que el director del lugar es un tipo despreciable y que los reos son sometidos a todo tipo de vejámenes y tratos inescrupulosos. Bueno, todo eso pero en modo hiperbólico es lo que ocurre en este muy buen film de acción y suspenso: los buenos son más inteligentes, la cárcel más jodida, los guardias no tienen rostro y son muy malvados, y el director es el demonio vestido de etiqueta.
El primer gran logro de Escape imposible es que aún siendo dirigida por el sueco Mikael Håfström, se trata de una buena película. Miren que más que filmografía el tipo tiene prontuario. Pero haciendo las veces de director que filma por encargo, el sueco se dedica exclusivamente a narrar con solvencia -hasta con un plus de coherencia- aquello que el guión pide y deja que el carisma de Stallone y Schwarzenegger haga el resto. De todos modos no hay que restarle méritos: desde un comienzo se nota que la película no va a lo seguro, que sería poner a los protagonistas a repartir piñas y hacer volar cosas hasta el hartazgo. No, Escape imposible cumple con lo que el subgénero -en ese modo hiperbólico- exige: la tensión avanza progresivamente, tiene humor, el encierro es real, lo inalcanzable del objetivo aumenta el suspenso y el villano de Jim Caviezel tiene la cuota de asco y fascinación necesaria para convertirlo en el malo ideal. De hecho sin ese malo seguramente la película no sería tan buena.
Escape imposible no es una película que invente nada, pero es su atención a los detalles donde destaca: además de Caviezel, tenemos a Amy Ryan, Sam Neill y Vincent D’Onofrio, muy buenos intérpretes que aún en pequeños roles aportan su talento para que el producto entero se sienta sólido y creíble. Y el guión se ocupa de crear un verosímil descentrado y exagerado, pero que funciona dentro de la propia lógica que se propone, incluso modificando el tono fascista de las películas que los protagonistas hacían en el pasado: aquí son dos tipos a la deriva en un agujero al que el propio sistema le hace la vista gorda. Pero el centro, claro, son Stallone y Schwarzenegger. Y ambos juegan sus roles de maravilla: el primero aportando su fisicidad habitual a una película repleta de hierro y puñetazos y torturas; el segundo demostrando que mantiene un timing cómico y autoparódico impecable. Como aquella comedia de acción, juntos son dinamita. Las películas de fugas carcelarias suelen tener héroes más cerebrales que brutales, y uno de los grandes logros de Escape imposible es hacer creíble que estos dos bravucones chispeantes puedan ser tan sagaces. Esa estocada final es la que hace que Escape imposible se termine convirtiendo en una gran comedia de acción: esta película es mejor que la media del cine de entretenimiento actual e, incluso -por qué no decirlo-, de muchas que Arnold y Sylvester filmaron cuando eran estrellas del cine allá por los 80’s.