Salas de encierro segunda parte
La secuela del film que pone toda su creatividad en imaginar salas de las cuales escaparse, se parece más a un videojuego que a una película.
Lo decíamos hace dos años en el estreno de Escape Room: sin salida (Escape Room, 2019), la idea podía replicarse al infinito y daba lugar a una saga de terror al mejor estilo El juego del miedo (Saw) o Destino final (Final Destination). Bastaba imaginar nuevas salas y formas de salir resolviendo acertijos para crear una continuación. Y desgraciadamente no nos equivocamos, al ver Escape Room 2: reto mortal (Escape Room: Tournament of Champions, 2021), film que repite ideas y no agrega nada nuevo.
La historia empieza bien al intentar desarrollar la vida privada de Henry (James Frain), el cerebro maléfico detrás de las salas apodado Minos como el mito griego, un ser abominable que tiene encerrada hasta a su propia hija adolescente (Isabelle Fuhrman). La película nos reencuentra con Zoe (Taylor Russell) y Ben (Logan Miller), los sobrevivientes de la película anterior que ahora buscan detener al villano Minos. Pero el tipo los encierra nuevamente con otros cuatro sobrevivientes.
A partir de ahí se corta el desarrollo de personajes, motivos y dramatismo de una película que, salvo la vuelta de tuerca final, es pura acción: los personajes pasan de sala en sala como si se tratara de un nivel de videojuego. En cada sala “queda” un personaje y el resto debe ayudarse mutuamente para sobrevivir. Misma idea, misma película, salvo porque esta segunda parte cuadriplica el presupuesto de la anterior.
Este dato queda volcado en el despliegue digital de los escenarios y los respectivos efectos especiales. Cada cuarto de encierro simula un subte, una playa o una calle de ciudad. La espectacularidad queda expresada en pantalla en una película cuya única idea a trasmitir es la necesidad de huir, pero de la sala de cine.