Hace dos años llegó a los cines «Escape Room», una película que tomó como punto de partida los juegos de escape, en donde un grupo de personas tiene que tratar de salir de una habitación a partir de distintas pistas que va encontrando en el camino. Recurriendo al estilo de otros films como «El Juego del Miedo» o «El Cubo», en este caso nos encontramos con un juego mortal que pondrá en peligro la vida de cada uno de sus participantes.
«Escape Room» no nos ofreció una trama demasiado novedosa, pero sí entretenida para todos aquellos que disfrutan de ver cómo los protagonistas deben sobrevivir en un lugar acotado con una serie de reglas propias y obstáculos. Con una puesta en escena lograda, una profundización en la historia de cada personaje y un clima a pura tensión y suspenso, el final del film perdió un poco el eje, presentándonos una resolución demasiado sobre explicativa, un tanto absurda y que abría la puerta a una continuación.
Es así como mañana llega su secuela a las salas argentinas para seguir explorando este universo. La misma sigue a Zoey Davis (Taylor Russell) y a Ben Miller (Logan Miller), los únicos sobrevivientes del film anterior que, a pesar de tener una segunda oportunidad, deciden tomar cartas en el asunto y desarticular a la empresa que se encuentra detrás de esta idea macabra para que no siga lastimando a más gente. Sin embargo, se verán envueltos otra vez en el juego, con un grupo de personas que tienen varias cosas en común.
Con Adam Robitel nuevamente como director, «Escape Room 2: Reto Mortal» expande el mundo de los juegos de escape para ofrecernos una historia más ambiciosa pero menos efectiva que la original. Por un lado, la trama central se mezcla con algunas cuestiones periféricas que no eran necesarias agregar y que se vuelven un tanto rebuscadas y no demasiado creíbles. Toda esta lucha entre el bien y el mal, los participantes y los creadores del juego se siente un poco forzada, a tal punto que parecería que solo sirve de excusa para seguir realizando más películas de este estilo (y que de hecho su final nos deja con esa sensación).
Si nos centramos solamente en el juego en sí, nuevamente vamos a encontrarnos con un buen e ingenioso desarrollo de cada uno de los escenarios, tanto a nivel visual como narrativo. Existe una conexión algo predecible entre las salas pero que igual está bien estructurada. Además, esta parte del film logra generar tensión, desesperación y sorpresa en el espectador, a medida que los participantes van avanzando y luchando contra todos los obstáculos que se topan.
En cuanto a los personajes, en este caso repetimos a dos de los protagonistas, que pasaron de ser dos desconocidos a forjar un vínculo de amistad, que por suerte (o al menos por ahora) no hicieron que cayera en una cuestión amorosa como muchas veces sucede en este tipo de films. Tanto Taylor Russell como Logan Miller logran recrear esta química en pantalla de forma honesta y creíble. Las nuevas incorporaciones también resultan atinadas. A diferencia del primer film donde teníamos un acercamiento mayor hacia cada uno de ellos a través de flashbacks (un recurso que servía para profundizar su vida pero también cortaba con el dinamismo de la historia), acá tenemos simplemente un esbozo de quiénes son, por qué están ahí y parte de su personalidad, pero todos están muy bien en sus roles. Otra vez nos encontramos con actores no muy conocidos pero que pudimos ver en otras oportunidades, como Holland Roden, Indya Moore, Thomas Cocquerel y Carlitos Olivero.
En síntesis, «Escape Room 2: Reto Mortal» es una película que no resulta del todo necesaria y que busca ser más ambiciosa que su antecesora, agregando algunas líneas argumentales más osadas pero también más absurdas, inverosímiles y forzadas que se relacionan con ese final del film original. En un escalón por debajo de la historia anterior, la parte de los retos y juegos se vuelve la más entretenida, ofreciéndonos nuevamente escenarios bien desarrollados, un clima dinámico de suspenso y tensión y personajes que solo buscan sobrevivir. Su resolución deja nuevamente una puerta abierta a una continuación, a pesar de que cada vez se vuelve menos efectiva.