Es un entretenimiento dirigido por Adam Robitel que tiene “inspiraciones” en “El juego del miedo pero sin su sadismo, en “Destino final” y algunos toques de “Los juegos del hambre” pero sin su visión apocalíptica. Seis personajes reciben de regalo un cubo que no se puede abrir pero que tiene una invitación con una recompensa, el ganador podrá poner l0.000 dólares en su bolsillo. Lo que parece divertido, de hecho entre los invitados hay un chico fanático de los tan de moda “juegos de escape” que hacen furor hoy en día, se torna siniestro. Lo que descubren apenas entran a un edificio muy particular es que ponen en peligro sus vidas en sucesivas habitaciones, una mas complicada que la otra en materia de escenografía- mas de una genial- y que el ingenio para descubrir el pase a un nuevo lugar requiere resolver acertijos muy complicados. El error del guión bien armado, es que el espectador nunca puede acompañar la resolución de los enigmas planteados y solo se tiene que conformar con mirar. Eso que le quita un poco de diversión aunque la tensión se mantiene. Entre el personaje ya nombrado y los que completan el grupo, un alto ejecutivo de finanzas, una estudiante brillante pero retraída, un camionero, un empleado de supermercado y una veterana de guerra, queda descubrir que los que el organizaron el desafío perverso conocen sus problemas y tensiones, sus traiciones y miedos. Parece una versión pasteurizada de los sangrientos desafíos de Jigssaw, sin sangre, sin torturas, solo el miedo y la tensión en escenarios sorprendentes. Pero aún con sus problemas el entretenimiento esta asegurado y quizás sea el inicio de una saga.