Juegos (de)mentes
La premisa de Escape Room: Sin salida, es similar a la de las tantas otras películas del género “juegos de supervivencia” como por ejemplo El Cubo, y por supuesto El juego del Miedo. En este caso, seis desconocidos son convocados para participar en un juego de escape por la atractiva suma de $10.000. Con base en un edificio moderno y sofisticado, el grupo se embarcará en una aventura de lo más macabra.
Vale decir que es una tropa muy heterogénea: la joven nerd, un fanático de la causa, un señor que necesita el dinero para cambiar su estilo de vida, una ex veterana de la guerra de Irak, un looser traumado y un empresario codicioso. Pero a pesar de las diferencias, ellos no saben que tiene algo en común que los une, ni tampoco que detrás de esta elaborada estrategia se encuentra gente poderosa y bien perversa.
La acción no tardará en llegar, y nuestros participantes muy pronto se darán cuenta de que la propuesta trasciende lo lúdico. Conforme avancen los retos, más densa y sangrienta se pondrá la cosa. Si bien estamos ante un relato cliché, en cuanto a temática nos referimos, la cinta funciona desde el tempo y la puesta en escena. Los desafíos sorprenden, asfixian, queman y asustan. En un marco de espectacularidad, tienen sentido.
Quizá lo más débil sea el trazo grueso para describir a los personajes, lo cual nos aleja de sus motivaciones y de ese extra empático a la hora de desear que alguien se salve. Pero definitivamente la historia se construye elevando como protagonista al juego y sus perversos mecanismos. Podemos decir que dentro de este universo de películas, cumple con las expectativas: entretiene, sugestiona y aterra (más desde lo físico que de lo mental). Si eres fan de los escapes no te vas a desilusionar, y prepárate porque se viene la saga.