Sólido thriller sobre fanáticos
Atractivo, polémico thriller sobre el enfrentamiento de un terrorista libanés con un agente de inteligencia israelí en Buenos Aires, este relato se sigue de principio a fin con igual interés tanto en las escenas de diálogos como en las de tiros, que están bien hechas, suenan bien y son siempre inquietantes, a veces también indignantes por lo que pasa.
Pero cuidado, ésta no es "una de tiros" entre buenos y malos. Acá los antagonistas rezan a la misma hora a un mismo Dios, cada uno a su manera, y cada uno se prepara para lo que va a hacer exactamente por el mismo motivo, "ad majorem Dei gloriam", como dicen los jesuitas. ¿Pero qué pasa, si la mayor gloria no fuera matar o morir por Dios, sino vivir y dejar vivir? Uno de los dos actuará con justa razón. O los dos, o ninguno, eso ya lo veremos.
Además están los otros. Los que esperan que uno esté "a la altura de las circunstancias". El recuerdo de los seres queridos que fueron asesinados y quizá reclamen venganza. El riesgo de provocar deseos de venganza en otros más, que también tienen seres queridos. ¿Quién, que ame a Dios, no ama también a su familia? Parece que hay gente así. Inquietante, ver cómo cada uno de estos personajes encara su vida en el hogar. Y la breve pero contundente escena en que cada uno se enfrenta con la mirada y la voz de la esposa.
Vidas paralelas, con similitudes y diferencias (uno de ellos ya sabe cómo es esto, se templó y se mantiene frío, el otro recién se está templando, se está moldeando). Vidas paralelas que se cruzan en más de una ocasión, desafiando las matemáticas y otras formas de armonía que debe haber en el mundo. No es un thriller americano, ni a la americana. Tampoco es una versión sobre el atentado a la Amia, como podría parecerlo. Los atentados a la Embajada de Israel y la Amia son dos disparadores del argumento, pero el tema es otro: saber qué pasa por la mente de quienes protagonizan esta lucha en nombre de Dios (y en lo que fuera Tierra de Paz).
Vando Villamil como el agente, Mohammed Alkhaldi, de origen iraquí, César Troncoso en papel de comisario de vista gorda con la gente del piso alto de la Embajada, son las figuras principales. Música (casi otra protagonista) del maestro Emilio Kauderer. Director, Joel Novoa, venezolano que, famosamente, perdió el avión y así se salvó de morir aquel 11 de setiembre. Guión, Fernando Butazzoni, novelista uruguayo. Rodaje en Caracas, Buenos Aires, Montevideo fingiendo ser Buenos Aires. Una escena, una sola, frente a una sinagoga, puede parecer algo ingenua. No lo es, como símbolo dramático. Y ojalá en la vida real tampoco fuera ingenua. Para recordar: la advertencia al final de "Munich", de Steven Spielberg, frente a las Torres Gemelas, donde se pone en palabras lo que acá se muestra en hechos. Vale la pena.