A partir de un relato coral llevado a cabo por profesores de la carrera de Diseño Gráfico de la Universidad de Buenos Aires de Arquitectura, Diseño y Planificación, y de los alumnos hablando de sus trabajos, sumados a los relatos a través de entrevistas de personajes tales como Victor Basterra, Diana Wang, Helen Zout, entre otros, el filme rastrea, encuentra y exhuma todos aquellos objetos que nos remiten a relatos olvidados –las grandes tragedias de nuestra historia– que han sido borrados o permanecido ocultos por una poderosa voluntad negacionista del poder hegemónico de entonces y de siempre.
MORFOLOGÍA DEL HORROR
Asistimos a varias clases, entre ellas, a la cátedra de Horacio Wainhaus, de Morfología en la carrera de Diseño Gráfico en la que cuenta que el diseño está contenido dentro de la morfología, mientras que la morfología está por afuera del diseño, y a través de ella podemos derivar en otras disciplinas tales como la música, el arte, la ciencia, la biología, es decir, hacer conexiones, trascender la propia disciplina del diseño a partir de la posibilidad de construir una narrativa que dé cuenta de estructuras de pensamiento más que de acciones cotidianas como modos nuevos de percibir las cosas.
Los alumnos deberán elegir un objeto, acumular en torno a ese objeto una serie de otros objetos que se constituyan en un sistema de piezas en donde ese objeto se mueve. Y a partir de este campo sémico configurado por la acumulación y la superposición de objetos en torno al objeto primigenio surgirá el metaobjeto, que se encuentra por encima del objeto y que forma parte de un sistema que reflexiona y revela mucho más de lo que el objeto mismo pueda decir o hablar de sí mismo. Detrás de un meta objeto hay un relato que hay que buscar y que rescatar. Y esta es una de las propuestas que encara el documental de Baratta. Ir al rescate de lo que permanece escondido detrás de las narrativas hegemónicas que han venido dando cuenta de las tragedias históricas argentinas como por ejemplo, la Guerra de Malvinas.
A través de una reveladora serie de fotografías que retratan a ex combatientes podemos apreciar de manera mucho más sutil pero no menos profunda la gran tristeza y la desolación de las miradas, ya que el retrato se demorará y hará foco en los ojos, una faceta nunca antes mostrada de los combatientes. Si los ojos reflejan el alma, no sorprenderá que justamente la mirada, y los ojos principalmente brillen por su ausencia en las representaciones fotográficas y cinematográficas de los ex combatientes que la prensa dominante nos ha venido mostrando, imponiendo así un modelo único de representación. Frente a la contemplación de las fotografías uno no puede más que verlos como retratos afectivos a los que se les restituye esa humanidad que les había sido arrebatada en esas representaciones modélicas y lineales de cómo debe verse un soldado. Ya que esas fotografías muestran y dicen mucho más de lo que se les había permitido hablar y contar de lo que habían visto y vivido durante la guerra.
MORFOLOGÍA DE LA DESAPARICIÓN
¿Cuánto lugar físico ocuparía treinta mil cuerpos? Con esa consigna, las madres de Plaza de Mayo junto a un grupo de artistas plásticos, agrupaciones de estudiantes y militantes de derechos humanos se apostaron en la Plaza para dar respuesta llevando a cabo la acción artística conocida como El Siluetazo, definida así por la investigadora y crítica de arte Ana Longoni, que consistió en trazar las siluetas de los desaparecidos a escala humana usando sus propios cuerpos contorneados sobre los más diversos soportes con el solo fin de representar la presencia de una ausencia. El cuerpo presente reemplaza al cuerpo ausente. El cuerpo desaparecido. Lo que queda del Siluetazo es justamente la silueta pintada sobre los muros de la ciudad que remiten a ese cuerpo ausente. Las siluetas, como negativos reveladores, seguirán haciendo semiosis, es decir que a través de los signos, de las siluetas estampadas sobre los muros, seguirán produciendo significados.
MORFOLOGÍA DEL EXTERMINIO
Un estudiante de Antropología en la Universidad de La Plata, junto con otros compañeros, accedió a los restos de las razas originarias del territorio argentino exhibidos en el Museo de Ciencias Naturales de La Plata. La tarea fue identificar esos restos humanos, colecciones de cráneos, huesos, restos de piel, fetos, cerebros y orejas mal conservados en frascos de formol para una vez identificados restituirlos a sus comunidades de pertenencia.
Sirviéndose de fotografías de los indígenas capturados y en donde se los muestra desnudos de frente y perfil, se nos cuenta que la mayoría de los indígenas capturados eran llevados a la Isla Martín García, o a los ingenios azucareros de Jujuy, que hacían las veces de prisiones y de campos de concentración, y los hacían trabajar hasta la muerte, adoquinando calles o trabajando en la zafra, sus niños eran entregados y reducidos a servidumbre por las familias oligárquicas que se apropiaban de sus cuerpos como si fueran botines de guerra.
Lo que se pone de manifiesto en el filme, a través de los objetos de estudio, y valiéndose además de la Morfología, de la antropología, la ciencia y el arte, es la conexión que el director hace entre el primer genocidio mal llamado “La Conquista del Desierto” con el otro genocidio más reciente que llevó a cabo la última dictadura cívico-militar mal llamado también como “Proceso de Reorganización Nacional”.
Baratta compara así los dos genocidios, a través de prácticas similares como el robo de niños, dentro del ciclo de secuestro y apropiación, así como el que se llevó adelante con sus padres, de caza o secuestro, tortura y muerte tanto de los indígenas de entonces, como de los mal llamados subversivos durante la dictadura.
El documental no hace otra cosa sino excavar dentro de la memoria, ya no como un instrumento para recordar el pasado, sin más bien como un medio que se propone revolver esa tierra que es la memoria hecha de fotografías, dibujos, documentos, piedras y restos óseos para esparcirla y ver todo lo que sus capas han guardado tantos años y que ha permanecido allí sepultado. Escondido.
Por Gabriela Mársico
@GabrielaMarsico