Hugh Grant lo hizo nuevamente, casi podría ser catalogado como el nuevo Gary Grant de fines de siglo pasado y principios de éste, recordemos que su primer gran éxito de 1994 fue “Cuatro bodas y un funeral”.
Asimismo, conllevan en principio el mismo apellido, con la salvedad que el de Gary era artístico, y comparten la nacionalidad.
El sentido de la comparación viene a cuento ya que es casi un postulado eterno a las comedias románticas, casi todas con la misma estructura, sólo modifican algunos detalles de sus personajes y cambio de coprotagonista.
Éste filme vuelve a reunir al director y al actor, con anterioridad en el 2002 habían realizado “Amor a segunda Vista”, en la compartía cartel con Sandra Bullock, y en el 2007 le toco el turno a Drew Barrymore en “Letra y musica”, ahora es el momento de Marisa Tomei.
Seria algo así como sucede en la literatura, como para darle un nombre, con aquellos escritores de “Best sellers”, o sea “más vendidos”, que repiten formulas hasta el cansancio, modifican espacio, tiempo, nombre de los personajes, algún que otro detalle y lo sacan del horno, listo para ser consumido por el resto de los mortales. No funciona para mi en éste arte, pero seguramente le rinde económicamente a sus editores.
Sin embargo, en relación al cine, esto puede ser un gran fracaso económico y la variable de ajuste no es el espectador en si, sino los costos de producción del filme.
En tanto y en cuanto no se ve un gran despliegue de producción, si distintas locaciones, pero no hay nada que se pueda pensar de sobrepeso salvo los cachet de los actores, y aquí si estamos hablando de bastante dinero y mucho talento desperdiciado.
Acompañan a Hugh Grant (un actor probado), en papeles demasiado secundarios, totalmente desaprovechados, actores de la talla de J.K. Simmons (reciente ganador del Oscar por “Whiplash”), Alison Janney, Chris Elliot y la mismísima Marisa Tomei, todos quedan limitados a unas simples escenas en el que alcanzan a decir unas líneas, pero que no dan demasiada cuenta a la hora de hacer progresar la trama, todo depende casi exclusivamente del personaje principal
Es increíble como algo tan probado, tan de formula, plagado de lugares comunes, clisés del libro de enseñanza de guión en los primeros años de las escuelas de cine, pueda ser tan mal utilizado y aburrir al extremo por lo previsible.
Lo que es en si mismo una gran contradicción si nos atenemos al relato específicamente, pues termina realizando aquello mismo que intentaría criticar
La historia se centra en un guionista, Keith Michaels (Hugh Grant), su momento de esplendor ha pasado, ganador en su momento de un premio de la academia de Hollywood con una exitosa película, marido de una hermosa esposa, padre de un hijo virtuoso, con una fuente aparentemente inagotable de talento y encanto inglés, se ha desdibujado, desaparecido.
Ahora, 15 años después, con casi cincuenta año de edad, su mujer lo abandono por un competidor más exitoso, su hijo no quiere ni verlo, o eso cree, apesadumbrado, sin haber podido escribir algo noble, o aceptable, y sin un centavo.
En estas circunstancias su agente lo manda a una universidad en un pueblo cercano a Nueva York para dar clases de guión. La historia de un famoso, casi venerado por los demás, sin demasiada razón, sólo fama, se hace cargo de una tarea que no le apetece, únicamente por dinero.
Pero, y siempre hay uno, Keith da cuenta de un posible cambio a modificar su actitud cuando conoce a su grupo de estudiantes, especialmente Holly (Marisa Tomei), madre de dos hijas, soltera, que tiene dos trabajos para poder sustentar su hogar, se da tiempo para sus hijas y además retomo los estudios con el afán de obtener el título de licenciada en psicología.
Sin contar nada más, y pensando en la necesidad de segundas oportunidades, hace falta seguir describiendo la historia.
No es necesario, pues tampoco es problemático, ya que los actores hacen lo imperioso para intentar hacer funcionar, sobre todo desde la química de los personajes, pero el guión es muy pueril, como si le hubiese agarrado algo así como desgano al guionista, como si él mismo se hubiese aburrido al reescribir este refrito.