Escribiendo de amor

Crítica de Javier Porta Fouz - HiperCrítico

Comedias, tragedias y diferencias

Hay películas felices. Más que eso, hay películas tocadas por la gracia. Películas que uno quiere volver a ver, y que además recuerda como mullidas y sanadoras. Una de ellas es Letra y música, de Marc Lawrence, con Hugh Grant y Drew Barrymore. Lawrence, que había comenzado su carrera como director con Hugh Grant de protagonista (Amor a segunda vista), hizo su segunda película también con Hugh Grant (la tocada por la gracia), y la tercera también (¿Y… dónde están los Morgan?). Y ahora llegó la cuarta, también con Hugh Grant.

La cuarta Grant-Lawrence película se titula The Rewrite, se estrenó en junio del año pasado en el festival de Shangai, y luego tuvo un lanzamiento bastante escalonado por el mundo. A Argentina llegó bastante tarde, pero llegó, con el título de Escribiendo de amor. Y es una comedia romántica que a varios de mis compañeros de El Amante les gusta mucho más que a mí. No es que no me guste, es que no logré llegar al nivel de entusiasmo de ellos mientras la veía. Sin embargo, leo sus notas y me entusiasmo, me contagian su gusto por la película con convicción. Y pienso en las extraordinarias interacciones entre Grant, Marisa Tomei, J. K. Simmons, Allison Janney y Chris Elliott, un quinteto de comedia que parece jugar de memoria, porque tienen la práctica de otras películas con otros grandes. Y además hay algo en Hugh Grant de triunfo cada vez más lejano y de derrota posterior -que de alguna manera es la derrota de la comedia romántica en general en la actualidad, relegada en el éxito y en ejemplos- que tiñe todo de elegíaco. Elegía, no herejía.

Herejía, aparentemente, es la que cometí al escribir en contra de Intensa-mente (http://www.rollingstone.com.ar/1804317-cinco-razones-para-oponerse-intensamente-a-intensa-mente). Esa pequeña nota hizo que gente buscara mi mail para escribirme mensajes de ofensa personalizada, que en Facebook linkearan la nota con desprecio, que comentaran, comentaran y comentaran. Recibí unos cuantos insultos, agresiones de un nivel sorprendente, enojos diversos. Ante las cosas que decían los comentarios, las acusaciones de decir esto y lo otro, releí mi nota. Y la verdad es que no entiendo los insultos, las suposiciones absurdas, las agresiones personales, y un largo etcétera. La posibilidad de comentar y conectarse en Internet por momentos da lugar a un espectáculo realmente penoso. A una exhibición por momentos desopilante de carencias a la hora de leer y de argumentar. A la tentación del exabrupto como vía de escape de vaya a saber uno qué tragedias. Opinar distinto sobre una película es una de esas cosas que, lamento desilusionarlos, suelen ocurrir. Es probable que Intensa-mente toque alguna fibra del orgullo de algunos espectadores que, como pasó con Match Point, provoca que se enojen cuando alguien escribe en contra de su preciada película, su film adorado, ese que recompensa sus extraordinarias sensibilidades ante éxitos globales.

Éxito, pero no global. Esta semana se estrena 8 apellidos vascos, la película más vista de la historia del cine español, con 10 millones de entradas vendidas, una cifra realmente extraordinaria. De esas inusuales, fenomenales, que representan a un porcentaje altísimo de la población, un 22%. Para comparar, sería como si en Argentina una película fuera vista por un poco más de 9 millones de espectadores, algo impensable, porque ninguna película argentina de la historia ha logrado llegar ni siquiera a la mitad de esa cantidad. Pero claro, comparar exclusivamente porcentajes de población no sirve, porque hay que ver cuánta cantidad de esa población cuenta realmente con posibilidades de ir al cine, económicas y de acceso geográfico. Por otro lado, ya lo escribí en diferentes ocasiones, el éxito de una película no estadounidense en su país de origen no implica que replicará ese éxito en otros territorios. Fijense los casos de The Host, de Bong Joon-ho en Corea del Sur o de Stefan v/s Kramer en Chile, entre muchos otros ejemplos.

El cine no hablado en inglés no viaja con facilidad. 8 apellidos vascos, dirigida por el veterano Emilio Martínez Lázaro es también, como The Rewrite, una comedia romántica. Y es sobre un andaluz que se enamora de una vasca. Y que se hace pasar por vasco ante el padre -recontra vasco- de ella. Un planteo vendedor llevado a cabo de forma poco sofisticada aunque eficaz y con algunos chistes afilados, que además exhibe a un cine nacional que puede trabajar con personajes de dos lugares diferentes de un país, con identidades marcadas, y sin necesidad de pasar por la capital, ni siquiera por la segunda ciudad en importancia, algo difícil de imaginar en el cine argentino, que cuando sale de la ciudad de Buenos Aires es para quedarse en ese otro lugar, mayormente sin conectarse con otro tercero fuera del imán portuario (y dejemos de lado las películas que se dedican a mostrar la relación del porteño con “otros lugares). The Rewrite no fue vista por mucha gente, y espero equivocarme pero no creo que 8 apellidos vascos sea un gran éxito localmente. En los cines solamente parece haber lugar para aquellas películas “que ve todo el mundo” y para algunas pocas películas locales, y 8 apellidos vascos es local en otro lado, a miles de kilómetros. Esas películas “que ve todo el mundo” a veces generan fanatismos, y producen fanáticos que responden -tampoco hay que sorprenderse tanto- como tales. Alguna vez, otra vez, habría que explicar las diferencias entre apasionarse y fanatizarse, pero las diferencias suelen no tener demasiada aceptación.