Galán maduro
Tras un largo paréntesis, Hugh Grant y el director y guionista Marc Lawrence retornan a la sociedad iniciada tiempo atrás con Amor a segunda vista (2002, con Sandra Bullock) y Letra y música (2007, con Drew Barrymore). En los años subsiguientes, cierto, el británico no cumplió la promesa de convertirse en el notable comediante que prometía ser. Por eso, su reaparición tiene algún grado de interés: Grant, como galán, no oculta que está más viejo, y como comediante, tiene los tics estratificados. Así y todo, su sarcasmo para con los demás y con él mismo (ese self-deprecating humour para el cual el español no tiene adjetivos) encuentra en esta película su cuota más exasperante. Es un humor inglés estereotipado que gusta o no, sin medias tintas, pero el actor lo domina aquí sin fisuras y justifica por sí solo la existencia del film.
Grant es Keith Michaels, un guionista que nunca pudo superar al rotundo éxito de Paradise Misplaced (¿como el actor con Cuatro bodas y un funeral?), película algo autobiográfica por la cual todo el mundo lo reconoce; y lo reconoce, sobre todo, el alumnado de la Universidad de Binghampton, estado de Nueva York, donde Michaels va a dar clases cuando ningún productor acepta sus guiones. En ese instituto trabaja bajo la tutela del militar retirado Dr. Lerner (otro baluarte de J.K. Simmons, el oscarizado de Whiplash) y Weldon (Allison Janney), una profesora ultrafeminista, que no cuajan con su desparpajo inglés y no le facilitarán la vida en los claustros. Marisa Tomei, como Halley, es la partenaire de Grant; su personaje ayudará a Michaels a salir airoso en un film sobre guionistas que, paradójicamente, se destaca menos por la originalidad narrativa que por sus buenas actuaciones.