El incorregible
Pocas cosas son tan adorables como la disfuncional, torpe y balbuciente declaración de amor de Charles en Cuatro bodas y un funeral (Four Weddings and a Funeral, 1994). 20 años y una docena de películas después, sin embargo, este clásico personaje ya no resiste el paso del tiempo, y es un problema que Escribiendo de Amor (The Rewrite, 2014) deposite todo su valor en los hombros de Hugh Grant.
Con la mesa llena de facturas por pagar, y sin un guión vendido, Keith Michaels (Hugh Grant) está exhausto. Va de reunión en reunión, de proyecto a proyecto, atrapado en aquellas gloriosas épocas donde fue laureado con un Golden Globe por su film "Paradise Misplaced", sin entender que esa estatuilla de oro es también su talón de Aquiles. Todo el mundo lo ama por lo que fue, pero nadie lo quiere por lo que es.
Resignado, Keith toma un trabajo que le ofrece su representante (Caroline Aaron), el cual involucra mudarse a Binghamton, NY, a impartir un taller de escritura creativa en una pequeña universidad. Keith, un descreído de la enseñanza, se reubica y comienza a tomar una serie de decisiones poco inteligentes: no lee los ensayos de admisión sino que elige mujeres convencionalmente atractivas y un par de chicos nerds, se despacha con un discurso anti-feminista ante todos sus colegas y para colmo se acuesta con una estudiante a la que le dobla la edad y que terminará siendo alumna suya. El resto de la historial para Keith será, previsiblemente, la de su redención, de la cual formará una gran parte Holly (Marisa Tomei), una mamá soltera que terminará siendo la última integrante del taller y un foco de esperanza para este escritor estancado.
Marcando su cuarta colaboración con Grant, Marc Lawrence se apuesta toda su película en los encantos del actor, y su provechosa química con Tomei. En este punto no está del todo equivocado: después de todo, las interacciones entre los dos salvan hasta los diálogos más duritos, pero esto solo no basta. De hecho, es un recurso el cual Lawrence ya ha aprovechado en varias ocasiones, por ejemplo al juntar al galán inglés con Drew Barrymore en Letra y Música (Music and Lyrics, 2007) y con Sandra Bullock en Amor a Segunda Vista (Two Weeks Notice, 2002).
El problema es que en Escribiendo de Amor, la fórmula del galán romántico queda chica. La responsabilidad no es tanto del papel clásico de Grant sino de la construcción del guión. Uno podría pensar (acertadamente) que los defectos de Charles, William (Un lugar llamado Notting Hill) y hasta los de Alex Fletcher (Letra y Música) eran perdonables y hasta enternecedores porque eran todos semi-adultos, aun desarrollándose en su madurez emocional, sin familia, aprendiendo de sus errores y a sentar cabeza. En cambio, el personaje que Lawrence construye aquí no es el del simpático picarón sino un no tan simpático adulto aniñado, misógino y sin moral, de cuyo “ingenioso” humor inglés nos tenemos que reír, y a quien tenemos que absolver de toda maldad porque – insertando escenas maniqueístas – descubrimos que en realidad es sólo un pobre hombre al que la vida le jugó una mala pasada. Y, a decir verdad, que la gran tragedia personal de Keith Michaels sea haberse divorciado y distanciado de su familia, no justifica ni un diez por ciento de las actitudes reprochables del personaje.
Sería una apuesta mucho más fuerte e interesante si el director se hiciese cargo de los defectos de Keith en vez de querer justificarlos y generar simpatía, forzando un arco de personaje sin motivaciones interiores. Revelar poco y nada sobre cómo era la vida de Keith antes de hacer el viaje, y por qué toca fondo específicamente tampoco ayuda a la falta de riqueza dramática.
De igual manera que a Grant, el film desaprovecha talentos como el de Alison Janney y J.K. Simmons, limitándolos a estereotipos chatos que son imposibles de ahondar.
Como lo indica su traducción literal del inglés, a Escribiendo de Amor le hace falta una reescritura más. Tiene elementos y actores potables, y el registro tonal del film funciona mucho mejor cuando se burla de sí misma y sus clichés. Ojalá que Lawrence, al igual que Keith, encuentre su centro nuevamente.