A clases con Hugh Grant
El título original del cuarto largometraje de Marc Lawrence (todos dentro del rubro comedia y siempre con Hugh Grant como su estrella favorita) es justo, preciso y mucho más elegante, The Rewrite “La reescritura”, que la mala traducción, “Escribiendo de amor”.
Parece un detalle no muy importante, pero no hay que subestimar el valor de un buen título ni sobreestimar el de uno desafortunado.
El caso es que “Escribiendo de amor” no le hace justicia a esta buena comedia escrita, dirigida y protagonizada por profesionales del género.
Si bien se trata de un tema autorreferencial, porque es cine que habla de cine y la película está plagada de guiños y alusiones a la cocina hollywoodense, la propuesta es lo suficientemente flexible y amplia como para enganchar al espectador medio que quiere pasar un momento divertido, alejado, eso sí, de las groserías y la chabacanería. Lo que no es poco.
Resulta que el guionista Keith Michaels (Grant) ha tenido su momento de gloria años atrás, cuando recibió un premio de la Academia por el guión de una película que fue un gran éxito (Paradise Misplaced, “Paraíso perdido”), tenía un buen pasar económico, una esposa y un hijo.
Hoy, Keith está prácticamente en bancarrota, no ha vuelto a escribir nada interesante, está divorciado y desde que su ex se volvió a casar, no ve a su hijo, que ya tiene 18 años y está por ingresar a la universidad.
Su representante, una mujerota solterona y mandona, trata de hacer equilibrio entre los remilgos de su representado y las exigencias de los capos de la industria, pero no logra conciliar intereses. Dada la gravedad de la situación (Keith está bloqueado y tapado de deudas), le consigue un trabajo como profesor en la materia Guión Cinematográfico en la Universidad de Binghamton, en el otro extremo de los Estados Unidos. La idea es que se tome unas vacaciones pagas, tenga tiempo para meditar y ver si puede volver al ruedo con alguna propuesta que obtenga el apoyo de los productores.
Hugh Grant se pone el traje y la máscara de ese tipo de personajes que conoce muy bien: buen mozo, inteligente, un poco cínico y una mezcla de éxito-fracaso irresistible, sobre todo para las chicas jóvenes.
En su debut como profesor, lejos de la movida y del clima soleado de Los Ángeles, no ingresa pisando con el pie derecho. De entrada no más transgrede una de las reglas de oro de la institución y se enreda sexualmente con una alumna. Además, hace alarde de su versión menos diplomática y provoca con su cinismo a la docente que está al frente del Tribunal de Ética de la universidad, la profesora Mary Weldon (Allison Janney), titular de la cátedra en Literatura Comparada, fundamentalista de Jane Austen.
Aunque por otro lado, tiene buena onda con Holly (Marisa Tomei), una madre soltera, con dos hijas y dos trabajos, que se esfuerza por estudiar en la universidad y derrama optimismo hasta por los poros.
Keith también hace buenas migas con otro docente, divorciado y con algunos complejos, Jim (Chris Elliot), y con el decano, el Dr. Lerner (J.K. Simmons), un ex marine felizmente casado y padre de cuatro niñas que se la pasa tratando de equilibrar sus simpatías con las presiones del cargo.
El tema central de esta comedia es, obviamente, la sempiterna cuestión de las relaciones entre mujeres y varones, un tema siempre vigente y que parece no agotarse, reinventándose continuamente para regocijo de la platea, fundamentalmente femenina.
Como subtema, Lawrence apela a otro caballito de batalla, que no por archifrecuentado, deja de ofrecer tela para cortar: la cuestión de las segundas oportunidades.
En resumen, “Escribiendo de amor” es una comedia respetuosa y respetable, que elude las estridencias y las vulgaridades, para divertir con sano y fresco humor, y, de paso, levantar el ánimo.