MOVIMIENTO SUSPENDIDO
En su última película, Paula de Luque realiza un documental en torno a la figura del coreógrafo y director de danza Oscar Aráiz. Figura icónica y fundamental de la danza contemporánea, sería prácticamente una falta de respeto admitir un conocimiento íntegro desde apenas unos datos dispersos y una ignorancia abrumadora del lenguaje de la danza. Escribir en el aire es un documental muy específico, centrado en la labor y trayectoria creativa, que puede apartar a quienes no les interese la danza. Sin embargo, con su película la directora logra conmover desde la puesta en escena de la “cocina” creativa de Aráiz, su tensión poética y genera un magnetismo sobre su personalidad que atrapa hasta el último minuto. Sí, el principal mérito de Escribir en el aire radica en cómo logra interesar a un público que quizá no conoce a Aráiz ni se ha acercado a un espectáculo de danza.
A la hora de abordar el universo del artista, el documental sigue una línea tradicional y estructuralmente se concentra en Aráiz sin abrir subtramas. El documental queda absorbido en esa burbuja del proceso creativo, planteando ecos en el montaje para ir hilvanando el relato: la coreografía inicial que abre el film vuelve en otros momentos donde adquiere un impacto emocional distinto. En este sentido Escribir en el aire se ajusta a un guion que juega con pocas variables, pero sabe cómo implementarlas. El montaje también contribuye a crear inmersión desde el sonido, dando desde el off una dimensión más dramática a las interpretaciones. Este aspecto es fundamental porque le da mayor relieve a las coreografías, para jugar en el campo cinematográfico. De Luque no pierde el cuerpo por un segundo y apuesta a los rostros y las miradas en movimiento con destreza, entre largos travellings que intentan aproximar el caos y la armonía de la danza.
Sin embargo, cuando toma la palabra de Aráiz algunos segmentos son fallidos. La entrevista nunca adquiere vuelo y por momentos se pierde la voz de quién es la figura. Quedan algunas anécdotas de la niñez y su crecimiento artístico, pero aparece aislado entre palabras de una poesía críptica que no siempre aportan al relato. Se puede argüir que habla a través de sus coreografías, pero esto nos plantearía la problemática de por qué aparecen estos segmentos: ¿suman realmente a la narración?
Las charlas donde aparece más natural y descontracturado le dan una faceta que ayuda a desmitificar su figura, acercándonos a Aráiz de otra forma.
En síntesis, cuando plantea “1000 kilómetros en un cuadrado de papel” con notable humildad, estamos hablando del despliegue creativo de una figura a la que el epílogo ayuda a que conozcamos mejor. Retrato sensible con algunas aristas fallidas, sin embargo el documental de Paula de Luque nos acerca a una figura fundamental de nuestra cultura con solvencia, sin que sobre un solo minuto.