La lucha por la integración
El documental de Ada Frontini toma la historia de un amaestra especial y sus alumnos, en Córdoba.
Hace 25 años nacía en Bell Ville, Córdoba, una escuela particular. Nacía es un decir, ya que Alejandra, su actual directora y docente, la fundó a pulmón en el garaje de su casa. Escuela de sordos, el documental de Ada Frontini, cuenta esa historia, pero sin fechas, datos duros ni registros lacrimógenos. Lo hace a través de la cotidianeidad de sus protagonistas, la maestra, sus alumnos y Juan, un referente de la comunidad sorda.
Sin ser un registro de denuncia, la película expone la lucha diaria por la integración de los sordos. Las charlas en lenguaje de señas (en la ficha técnica, la película dice idioma español y Lengua de Señas Argentina) apuntan a contar, nombrar, adjetivizar. Un alumno aprende a leer, otro a enviar mensajitos por celular. Y Alejandra, heroína silenciosa, apuntala aquí y allá, con los recursos que tiene.
Al mismo tiempo hay discusiones sobre los beneficios de los implantes y debates sobre si existe o no la tonada en el lenguaje de señas. Alejandra admite que muchas veces tiene que inventar señas para palabras que desconoce, y que así los lenguajes se diferencian de un lugar a otro. No es una proclama, pero pide una ley que unifique y dignifique el Lenguaje de señas en la Argentina.
El relato de Frontini es austero y bien personal, como la vida misma de sus protagonistas. Impacta y moviliza desde su atmósfera. Podría apostar a los golpes bajos, en cambio elige contar y exprimir a fondo el código cinematográfico. De manera contextual, elíptica, construye un camino profundo desde las escenas del silencio, un desafío perfectamente interpretado por Martín Sappia, sonidista del filme.
Con todo, el mayor mérito de Frontini es universalizar una historia desde su experiencia, su mirada. Tender puentes entre los mundos de Alejandra, sus alumnos, ella misma y los espectadores. Buen augurio para su primer largometraje documental. Y una buena historia mínima la de esta maestra seguida en sus rutinas silenciosas, con palabras no dichas sobre la sensibilidad humana, sobre lo que significa ser sordo en un pueblo y acceder a esos diálogos que abren mundos.